Ayer tuve un día muy malo. Uno de esos en los que te preguntas ¿que más me puede pasar?. Sin entrar en detalles, poco podía hacer la Ospa para solucionar mi estado de animo. Esto lo digo porque pese a ser un bonito programa a priori y ofrecer la orquesta una muy buena actuación, brillante en algunos momentos, a mi no me acabo de llenar. El programa empezaba con la Obertura de Nabucco, la primera Opera que yo vi en mi vida, tenía ocho años y recuerdo hasta las sandalias que llevaba puestas. Pese a que he intentado ampliar mi rango en gustos operísticos, nunca lo he logrado realmente y Verdi sigue siendo mi preferido, quizás por todo ello esperaba más de esta pieza. Noté a la orquesta un poco fría y titubeante al principio, con poca fuerza, quizás el hecho de tener una directora diferente afectó. Me faltó algo de punch en este canto a la libertad o tal vez, lo he escuchado tantas veces que ya mi mente esta deformada a como quiero que suene.
La segunda pieza era de Richard Wagner, El idilio de Sigfrido. A mi Wagner solo me gusta y no demasiado, cuando suena a Wagner y este canto amoroso dedicado a la madre de sus cinco hijos me resulto demasiado cursi y vacuo. Puede ser también que como personaje histórico me resulta bastante deleznable pese a que fue un grandioso músico que aporto mucho. La orquesta lo interpretó estupendamente, con todo el lirismo que requería la pieza y la directora comenzó a calentar y fue imprimiendo su propio estilo poco a poco pero, he de confesar, que me pareció una pieza tan sosa y descafeinada que la cabeza se me fué y me puse a ordenar los contrabajos por el color de la madera del instrumento. Si, lo se, es un principio de OCD (trastorno obsesivo compulsivo), pero mi cabeza estaba ayer impertinente. Antes del descanso le llegó el turno a Smetana, la pieza era Sarka y esta si me gustó mucho. No solo porque me encanta este compositor,sino porque sonaba a él. Siempre que escucho a compositores Eslavos, me da la sensación de ir caminando por un bosque algo brumoso del que van a salir enanitos dando saltos. Por cierto, aprovecho para pedir a ver si el año que viene nos ponen en el programa alguna de las maravillosas Danzas Hungaras de Brahms.
Tras el descanso la Sinfonía nº8 en sol mayor de Dvorak, bella, que más puedo decir, Dvorak me gusta mucho y sobre todo me encanta el primer movimiento. Esos violonchelos en sol menor con toda su melancolía, esos gorjeos de pajaros tan bien ejecutados por las flautas que transicionan ya hacia el tema principal menos melancólico al estar en sol mayor. Este compositor siempre me hace evocar amaneceres hermosos con niebla y pajaritos, no en vano era un gran amante de la naturaleza como yo. Precioso el Allegretto grazioso con su sonido a danza eslava y estupendas las trompetas del Allegro final que termina con una bella apoteosis orquestal.
Pese a mi estado de animo chuchurrio y a un principio un poco frío el concierto mereció mucho la pena. La orquesta estuvo genial, sobre todo en la segunda parte y la Directora Virginia Martinez estupenda en emoción y técnica. Además se hizo el concierto entero sin partitura que es algo bastante complicado.
Por cierto, para todos los que me lean y no tengan estas obras en casa (yo no las tengo todas tampoco), pueden escuchar todas estas piezas de un modo sencillo entrando en You tube y escribiendo su titulo en el buscador.
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