viernes, 20 de marzo de 2015

Ospa 19 marzo Gijón

Ya os conté en mi ultimo post sobre la Ospa, que esperaba con ilusión este concierto; me ilusionan todos, pero esperaba a Mozart, y el concierto para chelo de Chaikovski "con ansia viva" que decía el otro.
Como la red es libre, hace poco leí algo sobre Mozart, que por marciano me hizo gracia. Alguien opinaba que usaba demasiados violines, que son chirriantes, y que al tener poca percusión, era poco bailable... ¿bailable?
 Lo cierto es que usa muchas cuerdas, es el maestro de la cuerda, nadie podría componer tantas cosas, que suenan tan diferentes, usando siempre los mismos instrumentos. Además él era así; chillón, histriónico y brillante.
Ayer la Ospa, Mozart y los demás, lo tenían complicado, porque mi humor estaba como la economía Venezolana, por los suelos. Estuve en un tris de no asistir, pero afortunadamente lo hice, y por ello,
una vez más, quiero agradecer a la orquesta que consigan hacerme feliz, que no es poco.
La primera obra de Mozart, "Serenata nocturna" es una obra muy cuca, no puedo decir nada más. Si no la hubiera compuesto un genio como él, no pasaría de encargo alimenticio, pero su magia hace que brille.
Estupendo el grupo de solistas; dos violines, viola y chelo, que en la parte donde hacían preguntas que la orquesta respondía (instrumentalmente) alcanzaron una gran brillantez. En esta obra era importante no perder el ritmo, un poco machacon y repetitivo, pero muy del autor, y lo consiguieron. Es una obra alegre que disfruté.
El concierto de Chaikovski para chelo y orquesta op33 fue una maravilla. Ya he dicho muchas veces que el chelo es mi instrumento preferido, asi que esto soy un tanto parcial, pero la pieza, el solista, y la orquesta brillaron, hasta el punto, de que hubo muchos bravos cuando terminaron, y mucho comentario positivo entre el publico.
Se alabo mucho la gran capacidad de comunicación del chelista Asier Polo, que unas veces parecía que hacia esgrima, y otras que acunaba a su chelo. Brillante y bella ejecución la suya. Pena que pese a los repetidos aplausos, y los muchos bravos, no nos dedicara un pequeño bis.
El concierto terminó con la archiconocida Sinfonía nº 40 de Mozart. Esta obra la compuso el autor tres años antes de su muerte, acuciado por las deudas y con problemas de salud. La compuso junto a otras dos; la 39, y la 41 o Júpiter. Serían sus ultimas sinfonías, y las más aclamadas por la critica, aunque mi favorita, ya sabéis que es la 29.
Lo malo de tocar algo tan manido, es que la orquesta puede perder intensidad al hacerlo, y no lo hizo. Fue una muy buena interpretación que hizo justicia a la obra.
Pena que una señora a mi lado decidiera incluir sus tamborileros dedos entre los instrumentos de la obra, que otra no parase de abrir caramelos, que a juzgar por el ruido, debían ir soldados, y que una tercera no parase de pedir un pañuelo casi a gritos... en fin, lo dicho, que la confianza da asco, y cuando un tema ya se conoce mucho, la gente parece perderle el respeto.
Así y todo, la afluencia de personas ayer al teatro, dejó patente que los grandes nombres de la música clásica, siempre son garantía de éxito.
La próxima cita, el próximo día 26 con el Réquiem de Brahms. ¡Nos vemos!

















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