viernes, 29 de mayo de 2020

Mi semana (Audrey)

  He vuelto. Estoy aquí tras todo esto del coronavirus que no ha terminado todavía.

  Es curioso todo lo que puede llegar a pasarte sin salir de casa: deporte, colegio, jugar con los amigos a través de videollamadas, ver series, jugar a las cartas, tomar el sol en la ventana, y hasta una infección de oreja ¿Por que Dios creó a los mosquitos si no sirven para nada?

   Ha sido duro porque he tenido miedo por mi familia y amigos. He rezado mucho a Dios y Jesús. Por si acaso a los dos.

   No he podido celebrar mi comunión, ni recibir un premio que había ganado, ni se celebro Eurovisión. Eso fue de lo más fuerte porque yo tenía muchas esperanzas puestas en Blas.

    Desde que podemos salir de casa he ido mucho a la playa. Como no iba nadie he cogido un montón de conchas y caracolas bonitas. Tengo una saca llena, y he separado algunas para una prima que vive lejos, a la que espero ver pronto.

   En este tiempo he mejorado mi Ingles, y el Frances y he hecho un montón de deporte. Me habían salido dos abdominales, pero los he perdido en esta semana. Voy a ver si los recupero, aunque en el fondo me da un poco igual porque es temporada de helados.

 Ahora tampoco salimos mucho, y vamos con mascarilla a todas partes. Es un rollo, pero no me quejo porque han abierto las piscinas y veo a mis abuelos.

  Hoy me han llevado al podologo. Me hacía mucha falta y me siento mejor. Me ha dicho que tengo los pies muy bonitos y cuidados. Eso creo yo también.

   En fin, voy a dejaros que salgo a dar un paseo con papá ¡Cuidaros mucho!

Radio nocturna y reflexiones

  Toda la vida he conciliado mal el sueño. Hace años que di con la melatonina, y eso, unido a unos hábitos que de regulares son monacales, hacen que consiga dormir. Ahora se que puedo culpar a la glándula pineal, y a una escasez de materia prima - serotonina- que la lleva a no funcionar muy allá. Vamós, que mi epitalamo esta entre mal y defectuoso.

  Toda esta confesión viene porque para dormirme escucho la radio. Si la cosa va mal, termino en el horario de la radio deportiva. Llevo años durmiendo escuchando fútbol, y lo cierto, es que no me interesa nada. Quizás por eso, y porque la charla suele ser distendida, me duermo. Como algo me interese, mi cerebro se reconecta y estamos perdidos. Conozco nombres y alineaciones de equipos que no ubico, jugadores que no me interesan, y llevo un año con las discusiones del VAR. Confieso que con estas ultimas me río mucho. No puedo concebir que haya adultos que discutan apasionadamente por algo tan nimio. Pero al final la vida es eso supongo, preocuparse de sandeces hasta que una cosa importante te da un tortazo y dices aquello de: "Cuanto tiempo he perdido sin pararme a oler el café". El efecto coronavirus que ahora parece tener todo el mundo, y que va a durar dos días. "La cabra tira al monte" dijo ayer en una entrevista, un sin pretenderlo profético, Sandro Rosell. Por primera vez coincido con él en algo.

lunes, 18 de mayo de 2020

De homeland a Eurovision

  Esta semana se me ha hecho dura. Supongo que cualquiera que viva en este país, y que tenga dos dedos de frente, comprende la situación. No solo seguimos con el miedo a un virus que no sabes como se va a comportar en tu cuerpo, o el de los tuyos, sino que tenemos una crisis económica encima, y nos estamos convirtiendo en Pobrezuela. 

  Veía ayer la película de Steven Spielberg "The Post". Que lejos quedan los tiempos, en que el periodismo era el cuarto poder, el que ponía freno o al menos informaba, de lo que ocurría en el gobierno. Aquí no hay periodismo, (salvo una radio y dos digitales), solo publicidad y propaganda.

   No solo no se ha celebrado la comunión de mi hija, tampoco la de los niños a los que preparo como catequista. Ambos hechos me han hecho sentir enorme tristeza. Ambos eran momentos que esperaba con ilusión. Son solo dos gotas más en un océano, quizás nada con lo que están pasando otras familias. Hay tantas personas sufriendo, que ni siquiera sabe uno si tiene derecho a quejarse.