Si
uno teclea en un buscador la palabra “ranchito”, se encuentra con una empresa
audiovisual y muchos restaurantes. Solo al pulsar imágenes, aparece el concepto
pretendido. Una casa de ladrillos y aspecto mísero, delante de la cual, dos
niños de aspecto humilde pero amplía sonrisa saludan subidos a lomos de un
burrito. Durante muchos años, esas casas: los ranchitos fueron los ladrillos
que conformaron las paredes que sostuvieron, económica y moralmente, un país:
El Salvador.Entre
los años 1880 y 1920 el principal cultivo del Salvador era el café. Sucesivos
gobiernos de corte liberal, establecieron medidas económicas destinadas a
preservar los intereses, de una elite latifundista, ligada a este cultivo, y
por tanto, lograron su expansión.
El
café se producía en los grandes latifundios y en los ranchitos, donde las
familias lo cultivaban, y luego lo llevaban a pretostar, (único modo en que
podía ser exportado a EE.UU). A cada uno se le pagaba su parte, y con eso,
continuaban su subsistencia. No se hacían ricos, pero tenían un modo de vida.
No solo eso, las familias permanecían unidas, y con ello, preservaban sus modos
y costumbres.
Ahora
un rápido vistazo a una famosa teoría económica alumbrada por un británico de
origen Judío Sefardí, en el siglo XVIII. David Ricardo, que así se llamaba,
ofreció al mundo una interesante visión hasta entonces desconocida, acerca de
los motivos que subyacen en el valor de las cosas. Esta teoría estaba basada en
la escasez. Así un bien escaso pero codiciado, alcanza un mayor valor y por
tanto un mayor precio. Esto que a simple vista parece tonto, tiene montones de
implicaciones en nuestra vida moderna, y sobre todo, explica muchas de las
cosas que suceden a nuestro alrededor.
Continuando
con El Salvador.
En
el año 1929 debido a la fuerte crisis económica que castigó a los EE.UU, hasta
entonces principal comprador del grano pretostado de café, los precios
mundiales cayeron. Se trataba de un bien escaso, pero su principal comprador no
podía comprarlo, por tanto, al ser la demanda casi tan rígida como un palo, el
precio tuvo que descender deslizándose por ella como una argolla.
Este
dato debería haber dado una pista a los líderes del citado país
centroamericano. Quizás pensar que no es buena idea poner todos los huevos en
una misma cesta. Pero desgraciadamente, tenían otros planes.
Se
produce un golpe de estado y una dura represión a la revuelta campesina que
protestaba, precisamente, por el tema del café. Los políticos continúan a lo
suyo, que casi nunca coincide con lo de los ciudadanos, y los problemas van
arrastrándose en un azaroso devenir hasta que se llega a una cruenta guerra
civil. La guerra asola el país durante doce años. Desde 1980 hasta 1992 el
ejército combate a la guerrilla y a todo aquello que no fuese afín a ellos. El
saldo final es desolador: más de 80.000 muertos, (aproximadamente el 2% de la
población), 550.000 desplazados internos y 500.000 refugiados en otros países.
Sepultados
por los datos, se ocultan los mismos males sin remedio; el descontento de la
sociedad con sus gobernantes, y la bajada de precio del café que ponía de
manifiesto la falta de un tejido productivo que lo sustituyera. Aunque ya os
adelanto, que ahora el motivo de esa caída de precio, era otro mucho más
duradero e insidioso.
Desgraciadamente,
a pesar de que la guerra se terminó, el país no solucionó sus problemas de
base, y sobre todo, no se aprovechó para llevar a cabo una profunda
reestructuración económica. Al no tener un medio de vida, la sociedad comenzó a
degradarse poco a poco. Miles de armas continuaban en manos de la población, y
los que antaño fueran miembros de la guerrilla o paramilitares, se habían
quedado sin “trabajo” y sin opciones de futuro. Los ranchitos habían muerto.
El
27 de Enero de 1973 se firman los acuerdos de París poniendo fin a la cruenta
guerra que EE.UU y Vietnam habían librado. Una guerra que ninguno de los dos,
parecía tener capacidad de ganar, y que solo estaba contribuyendo a crearle
problemas al entonces Presidente Nixon. Entre los numerosos puntos del tratado,
se incluía uno, el 29, donde se recogía la obligación del País Norteamericano
de contribuir económicamente a la reconstrucción de toda el área de Indochina.
Es curioso como en ese punto, se cuela un asunto que nadie advirtió. EE.UU se
comprometía a comprarle el café a los Vietnamitas. ¿Qué café?
En
el año 1973 Vietnam era un país devastado por la guerra, pero curiosamente, se
centró en las plantaciones de café. Cuarenta años después, es el primer
exportador mundial de café robusta. La degradación que la plantación masiva ha
supuesto en el país es enorme. Más de 70.000 hectáreas devastadas, solo en la
provincia de Dac Lac, y más de 500.000 hectáreas totales de cafetales en todo
el país.
Si
David Ricardo decía que la escasez aumenta el poder negociador, y por ende el
precio, ¿Qué ocurre cuando la oferta es enorme? Que el precio cae. Ese fue el
motivo de la caída mundial de precios que asolaba a el Salvador y al resto del
área de América Central en torno a los ochenta. Esa circunstancia, unida a que
su principal comprador se había ido a la competencia, hundieron al país
económicamente y a sus vecinos.
Las
grandes empresas cafeteras compran a quien vende más barato, Vietnam, o al que
oferta la mayor calidad, Colombia. Así El Salvador con enormes problemas
sociales, y sin potenciales clientes, había perdido su principal industria
conocida.
EE.UU
siempre ha cometido un error curioso, que yo achaco a su enorme miedo al
comunismo. Nunca comprendió que tener vecinos ricos, era más práctico que
tenerlos pobres. Si lo hubiera hecho, ahora, tendría bastantes menos problemas.
Dándose
quizás cuenta de ello, con el paso de los años, intentó subsanar el problema
firmando un tratado de libre comercio con América Central. Este tratado se
conoce bajo el nombre de CAFTA y El Salvador lo suscribió en Marzo del 2006. No
poseo los datos del gobierno Salvadoreño, pero no creo que a un país con un
tejido industrial tan escaso, este acuerdo le cambiara mucho la vida. Es cierto
que les dio oxígeno, pero también, les impidió adoptar medidas proteccionistas:
como licencias de monopolio, o imponer restricciones al acceso a industrias
sensibles.
La
guerra civil en el Salvador, que recordaréis, había desplazado a medio millón
de personas camino de la tierra prometida, (EE.UU), había exportado un curioso
fenómeno que se empieza a observar en Los Ángeles (CA): las maras.
Grupos
de guerrilleros urbanos que cambian la estética verde, por las gorras, la selva
por el asfalto y el pelo largo por los tatuajes, pero que conservan los mismos
modos.
Las
maras fueron aumentando su poder, y con el tiempo, encontraron en el narcotráfico,
la “protección” y la delincuencia en general, el uso para algo que les sobraba:
mano de obra barata y sin rumbo.
La
sociedad civil del Salvador, sin los ranchitos que habían sido el corazón de su
sociedad, y sin un futuro claro que ofrecer a sus hijos, vio como el mal del
narcotráfico se extendía por sus selvas.
Como
os dije, la teoría de Ricardo tiene múltiples aplicaciones. ¿Os habéis
planteado porque matan los narcotraficantes en último término? Para que los
precios no bajen. Así de simple. La teoría de la escasez pura y dura. Si hay
muchos competidores, el precio baja, y el incentivo para llevar a cabo una
actividad ilegal, es hacerse rico, no crear un mercado de libre competencia.
Así
el número de muertos comenzó a subir, y se encontraba hace poco, en unos diez
diarios. Siendo considerado uno de los países más peligrosos del mundo. Lo
cual, dicho sea de paso, no ayuda en absoluto a incentivar la inversión
extranjera.
Hay
un viejo chiste que dice: ¿Qué tiene más miedo que un millón de dólares? La respuesta
es simple: dos.
El
título de este post era, ¿Puede el café arruinar el tejido social de un país? Y
la respuesta triste es: Si, puede.
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Me
gustaría dedicarle este post a un teólogo y filósofo al que admiro, que no cree
en la esperanza, pero si en la bondad.
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