sábado, 4 de febrero de 2017

Treinta y cuatro horas

   Corría el año 1991. Estaba sentada en clase esperando a que llegase el profesor de ciencias, charlando con mi compañero de banco Elías. El me estaba contando algo gracioso y yo me empecinaba en hablarle de la guerra de Yugoslavia. Le leía los datos que había apuntado en un papel mientras veía a Arturo Pérez Reverte en el telediario.  A él le impresionaba mi empeño en hablar de "algo que no nos importaba", a mi me impresionaba que a nadie le importase. Yo le decía que en alguna parte de Yugoslavia, habría otros niños como nosotros llamados Goran y María, que ya no podrían ir al colegio porque su país estaba en guerra. Ni con esas le convencí.
 
     Pasó el tiempo y como Dios escribe recto con renglones torcidos, la vida quiso que conociera muy de cerca lo que la guerra de Yugoslavia le hizo a varias generaciones. Contemple los agujeros de mortero en las fachadas; los carros de combate abandonados como estatuas olvidadas en mitad de un  campo de cultivo; las casas derruidas; los cementerios llenos de jóvenes y niños; la tristeza; las fotos nunca recuperadas porque los soldados quemaban todo lo que encontraban a su paso; y las ceremonias de boda donde siempre había muchos muertos que recordar.
      Esta semana la España tertuliana y demagógica se entretiene con el caso de Román Zozulya. Para los que como a mi no os interese el futbol, os diré que se trata de un jugador Ucraniano de actualidad por su frustrado fichaje por el Rayo debido a sus supuestas inclinaciones Nazis. Durante todos estos días he seguido con interés el caso en el apartado de deportes del telediario, esperando en algún momento, que la inexistente información internacional del mismo, informase sobre la guerra de Ucrania.
 
      Esta semana han muerto más de mil personas en una guerra situada a un día y medio de distancia en coche de España. Treinta y cuatro horas nos separan de una guerra de la que nadie habla. Esta semana se estiman los ataques y bombardeos en 3.271 pero no ha habido un solo telediario que lo haya contado. Como le ocurría a Elías, aquello no le importa a nadie. Ya ni siquiera tenemos reporteros de guerra que nos cuenten lo que ocurre. Como echo en falta a aquella raza extinguida del periodismo. Hombres y mujeres cínicos que llevaban el testamento en la mochila y la tristeza en la mirada, del que sabe que informa de la sinrazón.
 
        Yo no creo que Zozulya sea un nazi. Creo que es un nacionalista ucraniano, como Pique lo es de Cataluña y nadie le llama nazi. Creo que se ha sacado fotos con los lideres de su ejercito para animar a las tropas que mueren en las trincheras para nada. Recuerdo a Xavi con la bandera de Cataluña o las pitadas al himno Español en la copa del Rey por parte del Barcelona ¿No eran Nazis? No. Ellos son nacionalistas catalanes, que sienten su país y su identidad y necesitan la libertad que los que les pagamos las cuentas les negamos. Como siempre el embudo funciona en un sentido y en el otro no.
 
          No soy pacifista a lo moderno. Para mi la paz es algo que tiene que ver con el respeto, con la ecuanimidad, con la tolerancia y con la serenidad. Cuando uno tiene eso, no le tira piedras al vecino, y así, este no se las devolverá. Así de simple y así de complejo. Como no soy pacifista no pretenderé dar lecciones sobre si los Rusos son buenos o malos, o sobre si los ucranianos tienen derecho a la independencia. Pero me gustaría que en algún telediario alguien hablase sobre esa guerra de la que solo nos separan treinta y pocas horas, en lugar de sobre si un futbolista simpatiza o no con los militares de su país. Quiero que alguien me hable de la gente como yo. De las madres que estarán asustadas como yo lo estaría, o de los niños que escuchan bombas y ven soldados en lugar de ir al colegio. La inocencia arrebatada no se devuelve y robarla es el mayor crimen que existe.
 
        Solo una pregunta ¿Si Zozulya fuera acusado de ser de extrema izquierda en lugar de extrema derecha se le trataría igual? ¿A la gente le parece bien que los ultras de un equipo como el Rayo hayan amenazado a un jugador? ¿Unos ultras acusando a otro de ser Ultra no se vuelve paradoja?
 
         El mundo se ha convertido en una foto de Instagram. En un tweet. Vemos una cosa y no interpretamos el fondo. Da igual lo que haya detrás. Nadie piensa en el dolor de un país en guerra, en los muertos, en los amigos que habrán caído, en el frío, en el hambre, en la falta de esperanza...
 
          Hace cuatro años yo veía la televisión y le decía a mi marido: ¿Cuándo vamos a intervenir en Siria? ¿Cuándo van a parar esa matanza? No lo hicieron. A nadie le importó. Ahora se quejan de los refugiados. No habría refugiados sino hubieran permitido lo que sucedió allí.
 
         El mundo es global para todo, no para lo que nos conviene. Igual que de pequeños nos enseñan que no podemos permanecer impasibles si le pegan a un compañero, no podemos permanecer impasibles cuando algo así ocurre. Entiendo lo de los países soberanos y todas esas zarandajas, pero me importa un bledo. Deberíamos evolucionar hacia una conciencia global. No puede ser que Siria haya sido destruida y nadie haya hecho nada, y tampoco que todos los países millonarios de oriente dejen que sus congéneres caminen descalzos por Europa sin recogerlos. Por cultura y por religión un Sirio no pinta nada en Madrid, no es cuestión de rechazo es una realidad.
 
        Lo más triste de ser un ciudadano hoy en día es que tienes muy pocos derechos y muchas obligaciones, y sobre todo, no tienes voz. A veces yo siento que me gustaría coger un megáfono y gritar. Nadie me escuchaba en el 91 y ahora siguen sin escucharme, pero como entonces, yo sigo gritando.
 
         La próxima semana morirán otros quinientos ucranianos en balde. ¿Algún telediario hablara de ello?
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Por favor, sigue gritando. Quizá alguien se unirá a ese grito y poco a poco un gran alarido resonará y entonces...

    ResponderEliminar
  2. Hago votos por ese gran alarido, que ponga a cada cual en su sitio, y en su sitio a cada cual.
    Ser como las sandias (verde por afuera y rojo por dentro) está totalmente disculpado. El azul y su significado, No. Las que anteceden son aseveraciones de alguien muy próximo, próximo a Ud.
    Una vez más le concedo la excelencia…

    ResponderEliminar