Ayer por fin llegó el primer concierto de la temporada de la Ospa en Gijón. Se sentaba la orquesta y ya se notaba una vibración alegre, un murmullo de avispero atareado, todos muy delgados tras el verano, mucha melena bonita y bien cuidada y mucha raya bien peinada. El programa era de por si atractivo se titulaba Rusia esencial y presentaba a dos grandes autores Shostakovich y Rachmaninov. El concierto empezó con la obra "Resonancias para Orquesta" del compositor Barcelonés Marcos Fernandez. Supongo que como toca alabar lo nuevo ya dirán que "tiene cosas interesantes", que "es un concepto nuevo", etc. El autor pretendía estudiar la capacidad de una orquesta para crear resonancias y ¡a fé mía que lo consiguió!, ¡todo muy resonante en verdad! Pero para mi, sólo hubo 20 seg memorables, en los que toda la orquesta sonó como si gotas de agua cayeran entre nenúfares de un jardín oriental, fue bello y efímero.
La segunda obra fué el Concierto para Violonchelo nº1 en mi bemol mayor de Shostakovich. El solista, un perfecto Marcos Fernández Barrero. Pese a ser una obra bonita dedicada a mi instrumento favorito, no es de las que más me gustan porque es una obra muy aguda en la que hasta los instrumentos de viento suenan como violines chirriantes. Por lo visto el autor, harto de escribir cosas densas, decidió escribir algo más alegre, y quizás lo hizo, pero ni resulta alegre ni es Shostakovich. Eso si, hay momentos, sobre todo en el primer y segundo movimientos, donde suena ese punto zingaro y se trasluce esa tristeza del alma eslava siempre tan presente en sus obras. De ella destaco el moderato porque en él, el chelo suena como a mi me gusta que suene un chelo, melancólico y antiguo. Como diría un castizo, "brutal el punteo que se marcó Adolfo", y si, el solista demostró su gran perfección artística y su dominio del instrumento en la interpretación del movimiento cadenza de gran dificultad técnica por su juego de intensidades y el dominio del arco que hay que tener. Al terminar y tras numerosos bravos y aplausos, nos ofreció una propina de Benjamin Briten, un movimiento de una de sus desoladas suites en honor de Rostropovich, también de estupenda ejecución.
Tras el descanso llegó lo que yo estaba esperando desde hace meses, una de las Sinfonías mas hermosas de Rachmaninov, la nº2 en re menor. Soy incapaz de escucharla sin imaginarme que paseo por Roma contemplando a dos enamorados, muy Felliniano todo. Esta Sinfonía comienza con un movimiento que suena como el final de una pelicula de amor y va evolucionando a lo largo de sus movimientos, por todos los estadíos de una relación amorosa, enfados incluidos. Ayer de hecho, paseé por las calles empedradas del Trastevere, con el sol del atardecer tiñendo las paredes anaranjadas de los edificios con un calido color ambarino, sentí el aire algo fresco del atardecer y pasé frente a la Fontana di Trevi, que por estar en mi imaginación, estaba vacía de turistas. He de confesar que en el bellisimo adagio ¡hasta lloré!, tal es el poder de lo hermoso. La obra es maravillosa porque suena bien y porque tiene de todo, su bombo, su platillo, su adagio, su alegro y su chin pum final. Por cierto, aprovecho para felicitar a los percusionistas que rara vez uno puede, dada la escasez de los movimientos donde intervienen.
La orquesta hizo una interpretación magistral, dejandose llevar por la belleza de la música hasta convertirse en una marea de algas mecida por el mar. El publico estalló en aplausos para agradecer tan bellisima interpretación en la que cabe destacar una brillante direcion de Rossen Milanov. Solo puede decirse en mi idioma preferido, "Bello da morire".
Cuando leo tus comentarios ,lo disfruto otra vez.Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leerlos :)
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