viernes, 5 de febrero de 2016

Ospa 4 febrero Gijón

El concierto de ayer me hizo pensar en una cosa: lo relativo y caprichoso que es el triunfo artístico.
Hace un tiempo me tocó estar en un colegio electoral. Allí di con un profesor de música, y como no, acabamos hablando de música: barroca para más señas. Este hombre tenía la idea de que había músicos mucho más talentosos en la sombra, que aquellos que finalmente triunfaron. No coincidí entonces con sus tesis, sigo sin coincidir hoy. Su argumento es valido mientras los autores viven. Es cierto que en un momento dado, un gran artista puede permanecer oculto, pero lo bueno siempre acaba por brillar, y es lo que al final permanece. Yo no creo que sea casualidad que Mozart le guste a casi todo el mundo, que Messi sea considerado uno de los mejores futbolistas, o que Gabriel García Márquez pase a la historia. Los grandes perduran, los mediocres pueden triunfar más o menos, pero no permanecen. Supongo que es una tesis poco "social" para aquel hombre, la de que solo unos pocos puedan triunfar. En cambio yo disfruto dejando que el calor de los grandes me ilumine el rostro, aunque yo solo sea una bombilla.

Todo esto me vino a la cabeza a causa de Rameau. Este compositor del barroco tardío, contemporáneo de: Vivaldi, Telemann, Händel o Bach; era tan popular en su tiempo, que le llegaron a poner un cupo a las obras que podía presentar en la Opera de Paris. Es cierto que pasó a la historia, y que ha llegado a nuestros tiempos , ¿Pero es Händel? pues no.
La Suite que nos ofreció ayer la Ospa, llamada Les Boreades, estaba compuesta de trocitos. Pequeñas escenas sacadas de aquí y allá de entre los actos de sus composiciones. Fue bellamente interpretado por la orquesta y muy bien dirigida por Perry So, al que se le aprecia una debilidad por los sonidos Barrocos.
Me gusto mucho a partir del tercer movimiento el Rondeau, pero se me hizo aburrida.
La segunda obra era de Haydn, también del barroco tardío, pero que jugaba en otra liga, y se nota.
Su concierto para Oboe en do mayor, es una preciosidad: ya está. Creo que no hace falta adornarlo mas. Es un concierto de una enorme delicadeza, muy apropiado en su sonoridad para el oboe, que es ese instrumento que esta entre medias de todos los de viento; no es muy agudo, no es muy grave, es dulce, pero es capaz de ser agreste. Creo que en esta pieza se aprecia muy bien la versatilidad y las posibilidades del instrumento.
La magnifica interpretación de Juan A. Ferriol fue aplaudida ampliamente, se escucharon numerosos y merecidísimos bravos, que nos valieron una bellísima propina: Oblivion de Piazzola. Fue un instante de magia, dulzura, dolor y pasión que nos regalaron el solista y la orquesta a todos los asistentes.
Quiero felicitar a la Ospa por su idea de celebrar su 25 cumpleaños, dándoles un lugar preponderante a sus solistas. Es de agradecer porque además, nos permiten a los socios conocer un poco más si cabe, a los grandes músicos con los que cuenta nuestra orquesta.
Después del descanso llego para muchos, el plato fuerte de la noche. Uno de los Messi de la música: Beethoven.
Para mi lo que distingue a los grandes de los demás, es el numero de genialidades por cm. de partitura. La Sinfonía "Heroica" de Beethoven, tiene pasajes inmortales por pentagrama. Se pasa de un momento grandioso a otro, apenas sin transición, no necesita ir "calentando motores", no necesita preparar la llegada de la innovación: lo hace y punto.
A pesar de que no es mi sinfonía preferida, con Mozart y él, me da igual: todo es bueno.
La interpretación de la orquesta fue precisa, entregada y con toda la fuerza que la obra requería. De hecho, cuando terminaron de tocar, tenían todos el aspecto de acabar de salir de una clase de spinning.
Un concierto estupendo una vez más, lleno de grandes momentos.
Mención especial la energética dirección de Perry So, que como siempre, encandiló a mis compañeras de asiento, impactadas por su modo casi aeróbico de dirigir.
Aprovecho para comentar para aquellos que no lo sepan, que el próximo día 12 de febrero, la Ospa bajo la batuta de Oliver Díaz, presenta en Oviedo un concierto especial Celtas Cortos. Yo no puedo ir por razones varias, pero me parece una oportunidad maravillosa para unir la grandiosidad formal de una orquesta, con el Rock y el folk de un grupo emblemático para muchos.
Es de esas cosas que si las hicieran en EE. UU se grabarían y estarían en You tube para siempre, pero que aquí pasan más desapercibidas, ¡y no deberían!
 
 
 
 
 
 
 
 

















 

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