Ayer acabé de convencerme de que el pasado 29 de marzo, a los miembros de la OSPA les pasaba algo. O bien querían hacer huelga y no pudieron, o bien querían irse de vacaciones o les estaba apeteciendo, como a mi ,ponerles un tapón en la boca a los del coro. Como digo ayer recuperaron su habitual buen hacer en un concierto con un programa muy bien estructurado. ¡Felicidades!, desde aquí, a la persona que elabora los programas porque si la obra de Goldschmidt hubiera sido la ultima en lugar de la de Schubert, hubiera sido muy pesado. Por comenzar por el principio confesaré mi total ignorancia sobre la existencia del primer autor Berthold Goldschmidt. La obra que interpretó la OSPA fue su chacona sinfónica. Particularmente no es el tipo de obra que a mi me gusta. Sólo decir para que me entendáis, que en el programa dedican una página y media a expresiones del tipo " se ve sometido a una serie de variaciones en las que el factor" o " Es una obra de gran intelectualidad"...
En fin, lo dicho, que yo prefiero las obras menos construidas, menos arquitectónicas. Esta pieza parecía más una ecuación matemática que otra cosa y bueno, a mi, me pasa con esto como con el ballet contemporáneo, lo veo, lo aprecio, pero no lo disfruto.
Un poco parecido me ocurrió con la segunda obra Serenata para violín y orquesta de cuerda de Leonard Bernstein. Era una pieza también moderna, con ciertos toques de jazz y cierta reminiscencia de las calles de West Side Story, eso si, sin tanta melodía. Lo que salvo la obra fue la EXCEPCIONAL violinista Patricia Kopatchinskaya que dio una clase magistral de virtuosismo y buen hacer. Ya cuando llegó y se quitó los zapatos emitió un mensaje; "Estoy en mi casa y voy a disfrutar de mi violín y de la música" y eso hizo. Disfrutó y nos hizo disfrutar a todos convirtiéndose en un apéndice de su instrumento. Se agitó con la música, vibró y se estremeció con las notas, a veces, discordantes y a veces melódicas de la pieza. Una interpretación en la que la orquesta brilló bajo la mano de un muy buen director Rossen Gergov, que supo acompañar a la solista en un Pa de deux orquestal maravilloso. Una de esas noches que sólo disfrutan en las Capitales. Por cierto, en Gijon siguen sin ofrecernos ni un bis.
La obra que completaba el programa era Schubert la Sinfonía nº4 en do menor D147 "Trágica" A pesar del nombre es una obra bastante alegre. De hecho sus movimientos son bastante rápidos y animados. De esta ¿que puedo decir? que un autor que termina un Allegro vivace con un "Chimpon" de percusión y la obra con un "Chun chun chun" de toda la orquesta es el tipo de autor del que yo disfruto. Soy Clásica que le vamos a hacer.
Por cierto, comentar para quien no lo sepa, (como mis dos compañeras de asiento en el teatro) que el ritmo de la obra no lo confiere el Director, o mas bien no debería. Todas las obras tienen un tempo para los instrumentos marcado claramente en las partituras. De hecho las obras se estudian y practican con un metrónomo. El tipo de compás en que están escritas y el tipo de pieza también marcan su velocidad. Con lo cual, el director solo ofrece su "Visión" y su carácter a la hora de llevar a la Orquesta. Es una correa de transmisión, el aceite que engrasa la máquina. Su aportación es mas importante de lo que muchos piensan, pero desde luego no es el que marca el ritmo. El ritmo ,señoras, lo marcó en su día el compositor. Hago para terminar tres peticiones; Quiero bises alguna vez, quiero que la gente venga tosida de casa y quiero que el caramelito y el papelito se lo metan por...
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