A pesar de que durante todos estos capítulos ha ido dibujándose un poco halagüeño mosaico, quizás lo más problemático era algo más soterrado: la incapacidad de la II Republica para poner coto a la crisis política y moral que carcomía el país.
En el breve periodo provisional- constituyente, comenzaron a verse actos de desorden publico, que además tristemente, no pueden achacarse a un único partido. La enemistad acérrima entre los sindicales socialistas y anarquistas, que no había hecho otra cosa que enconarse, eran la base de ese desorden. Durante un tiempo, ante las expectativas creadas por la Republica, las actividades revolucionarias habían cesado, pero poco a poco, comenzaban de nuevo a agitar un país, al que ya no le quedaba la excusa, de culpar a la monarquía. En ese periodo se producen algunos de los hechos más negros de nuestra historia.