viernes, 14 de marzo de 2014

Ospa 13 Marzo

El concierto de ayer de la Ospa podría calificarse de brillante. La prueba fueron los numerosos bravos que se escucharon tras la ultima obra, La Sinfonía nº1 en Do menor de Johannes Brahms. Voy a empezar mi comentario por ella, porque hoy, quisiera empezar por la pieza que me gusto más para ir hacia la que me gustó menos. Esta Sinfonía es un caso curioso de falta de confianza en si mismo, su autor era un hombre muy inseguro y no acababa de estar conforme con la obra, por otro lado, hay en ella algunos pasajes que recuerdan el lenguaje musical de Beethoven. No solo por los instrumentos o la melodía que recuerdan algunos momentos de la novena, sino también,por la lucha del autor con su propia obra que fue comparada en la época, a la del genial sordo con su décima nunca terminada. Todos esos rumores hicieron, imagino, que el autor se planteara si realmente había plagio en su obra o un mero homenaje.

Se por mi misma, lo difícil que es escribir y no emular a alguien a quien admiras, es complicado encontrar a veces la originalidad, tu propia voz. En fin, que el resultado es una sinfonía bellísima, con momentos en los que la orquesta parece un mar de cuerdas, de arcos que se mueven en todas direcciones para componer un sonido que si es verdad, que no es tan identitario del autor, pero bueno, para los muy críticos yo diría que con plagio o sin él, ¿quien es capaz de imitar a Beethoven y que suene así?. La orquesta brilló en su conjunto y el director nos regaló alguno de esos momentos imperdibles, sobre todo en mi movimiento favorito, el tercero, en los que parece que baila claqué, ¡es genial! Al final de la obra hubo muchos y merecidisimos bravos.
En la primera mitad hubo dos obras, una del ya citado Beethoven, la Obertura Leonora y el Concierto para violín y chelo en la menor de Brahms. A mi de Beethoven me gusta todo, lo buenisimo y lo bueno, malo no tiene nada. Esta obertura es la segunda escrita por el autor para su única Opera Fidelio y tiene tal consistencia en si misma, que mas que una obertura parece una minisinfonia, de hecho consta de tres movimientos. Podría encuadrarse en los años de transición del autor, ya no era clásico pero aun no había llegado al Romanticismo. En ella ya se adivinan algunos de los destellos geniales del autor, la fuerza y la pasión no exenta de dulzura aunque carece del sonido heroico, casi de banda sonora de superheroe, tan caracteristico en sus ultimas obras. Es una obra muy bonita en si misma muy bien interpretada y con la cual disfruté mucho.
Sobre la otra obra, el Concierto para violín y violonchelo de Brahms no tengo mucho que decir, la música no conecto conmigo. Puede ser que la violinista y el modo en que golpeaba el arco me distrajera o que el chelo sonaba menos rotundo de lo que debiera, en fin, que no me gustó. Hubo momentos en que Suyoem Kim me recordó a Bang Bang, el hijo de Pablo Marmol que golpeaba el suelo con un bate. Curiosamente me gustó más y la encontré más lírica y más apropiada en el pequeño bis que nos ofrecieron. De todas formas alguno de los giros me recordaron a las genialidades de Paganini y disfrute el instante que duró.
Aprovecho mi post, para recordar a todo el mundo que el 28 y el 29 de Marzo en Aviles tenemos un conciertazo, Varitas y Estrellas, con la música del genial John Williams. Es un buen momento para iniciar a los niños en la música, solo dura una hora y es música que todos los niños conocen sin saber que es clásica y que la toca una orquesta.
Aunque el mes pasado en Oviedo interpretaron un concierto de Shostakovich (al que no pude asistir) prometo coger el bus si nos programan para el año que viene el genial Numero 2 para piano y orquesta del mismo autor, cuyo segundo movimiento andante soy incapaz de escuchar sin emocionarme.









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