viernes, 21 de octubre de 2016

Las derechas o el "Bloque naciona"l. Elecciones primera parte.

           El Bloque Nacional, al igual que el Frente Popular, no llegó a ser nunca una agrupación política coherente. En este estadio de mi vida, ya dudo que las palabras "político" y "coherente" puedan ir de la mano en una misma frase, y la historia, no hace otra cosa que corroborar mi sospecha.
Para empezar  podríamos afirmar que el Bloque Nacional nunca llegó a estructurarse como un partido único de derechas. Tras su fundación en las postrimerías de 1934, su nombre no fue mas que un "remoquete" para el partido monárquico Alfonsino, a la par que una tribuna política para D. José Calvo Sotelo. El Bloque y la CEDA tenían la costumbre de actuar antagónicamente y siempre que la ocasión lo permitía, se hacían mordaces criticas los unos a los otros.
Por su parte los monárquicos, fieles a su ADN, seguían dando muestras de su característica desunión arrastrada desde el 14 de abril de 1931 (fecha de proclamación de la II República).
Así se sucedían los manifiestos, los contra - manifiestos, los post- manifiestos y todo tipo de culebrones: uniones familiares, repudios, legalistas, no legalistas.
El ya anciano D. Alfonso Carlos (*1)  a la sazón residente en Viena, se dejaba "manipular" por D. Manuel  Fal Conde (*2). Y tampoco contribuyeron al “alza bursátil de las acciones monárquicas de D. Alfonso XIII”, las bodas de sus tres hijos, casados en el discurrir del propio año 1934.
Con este panorama que aquí se traza a vuela pluma y que daba para una temporada completa de la serie "Dinastía", cobró protagonismo el infante D. Juan, que se convertía así en la esperanza de los Borbones. D. Juan se había esposado en Roma el 12 de octubre de 1934 con  Dª- Mercedes de Borbón – Orleans. Esta Sra. Entroncada con la “rama carlista”, prometía traer vientos de reconciliación a los Borbones españoles, dando lugar a la creación de una corriente unionista entre los carlistas, dirigida por D. Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno (*3). Por aquello, de, “la alegría dura poco en la casa del pobre”, D. Alfonso Carlos nombra regente al príncipe francés D. Javier de Borbón Parma. Lógicamente en España se ignoraban deliberadamente estas historias que estropeaban la "realidad" que querían contar.
Con las elecciones convocadas, "estas derechas" trataron de dar una apariencia de unión, pero no lo consiguieron. Debemos recordar que la coalición CEDA - Lerroux estaba rota y la amenaza del Frente Popular era cada vez más una realidad.

           Por su parte Falange, se encontraba ante su propia encrucijada. De una parte no podía vincularse a las izquierdas, ni tampoco a las derechas a las que atacaban con mayor virulencia incluso que  a los que tenían enfrente. Por la otra concurrir solos era sinónimo de suicidio electoral. Plenamente consciente de este suicidio era D. José Antonio Primo de Rivera, pero también sabía que el clima de enfrentamiento y violencia social, era un coadyuvante que aumentaba el numero de afiliados de Falange día a día. Ejemplo de ello fue el paso en masa de las Juventudes de Acción Popular (J.A.P.). Este hecho fue llevando al Sr. Primo de Rivera a ir postergando las elecciones, hasta que finalmente tomo la decisión de prescindir de ellas completamente, llegando a la convicción de no acatarlas.
 
           Esta es la trascripción literal del documento por el cual D. José A. Primo de Rivera rechaza el hipotético resultado de las elecciones: “Y por último ¿Qué se creen que es la revolución, qué se creen que es el comunismo, estos que dicen que acudamos todos a votar sus candidaturas para que el comunismo no pase?.- ¿Quiénes les han dicho que la revolución se gana con candidaturas? Aunque triunfaron en España todas las candidaturas socialistas, vosotros, padres españoles, a cuyas hijas les van a decir que el pudor es un prejuicio burgués, vosotros, militares españoles, a quienes van a decir que la patria no existe, que vais a ver a vuestros soldados en indisciplina; vosotros, religiosos católicos españoles, que vais a ver convertidas las iglesias en museos de los sin Dios; vosotros  ¿acatareis el resultado electoral? Pues la Falange tampoco; la Falange no acataría el resultado electoral. Votad sin temor; no os asustéis de esos augurios. Sí el resultado de los escrutinios es contrario, peligrosamente contrario a los eternos destinos de España, la Falange relegará con sus fuerzas las actas del escrutinio al último lugar del menosprecio. Sí después del escrutinio, triunfantes o vencidos , quieren otra vez los enemigos de España, los representantes de un sentido material que a España contradice, asaltar el poder, entonces otra vez la Falange sin fanfarronadas, pero sin desmayo, estaría en su puesto como hace dos años, como hace un año, como ayer, como siempre”.
 
(No sé si da escalofríos o pereza observar que el lenguaje atribuido a la izquierda, podría estar sacado de cualquier programa actual de la Sexta)
 
          A su vez D. José Calvo Sotelo, el 12 de enero, proponía una suspensión de la democracia: “Hemos de procurar a toda costa que  estas elecciones sean las últimas. Lo serán si triunfan las izquierdas, ya lo dicen ellas con rebozo. Pues hagan eso mismo las derechas…”


          Transcripción de dos artículos publicados en el Diario “El Liberal”, edición bilbaína de los días 20 y 21 de enero, donde se cita entrecomillado al Sr. Largo Caballero en los respectivos mítines de Alicante y Linares – Jaén: “… Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble: colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”
         “… la clase obrera debe adueñarse  del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder  no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución.”
 
        Más clara declaración de guerra civil, a fecha   16 de febrero (día de las elecciones), no cabe, pues éstas corresponden a los responsables políticos más característicos de la derecha, el centro y la izquierda.
 
         25 de diciembre de 1935. Como si de un profeta se tratase  D. José A. Primo de Rivera, hace las siguientes declaraciones al periodista D. Rafael Ortega Lisson de Blanco y Negro: “Las izquierdas burguesas volverán a gobernar, sostenidas en equilibrio dificilísimo entre la tolerancia del centro y el apremio de las masas subversivas. Sí los gobernantes  - Azaña, por ejemplo – tuvieran el inminente acierto de encontrar una política nacional que les asegurará la sustitución de tan precarios apoyos por otros más fuertes y duraderos, acaso gozará España horas fecundas. Sí – como es más probable – no tiene ese acierto, la suerte de España se decidirá entre la revolución marxista y la revolución nacional”.
 
       16 de febrero de 1936. Se celebran las elecciones en toda España.  Celebración en primera vuelta, donde al decir de mi difunto abuelo, “la calma se palpaba en el ambiente”. No obstante dejando al margen pareceres familiares, recurro a transcribir opiniones encontradas de protagonistas de la época. Una vez más me sirvo de la voz de D. Antonio Ramos Oliveira, que vio así estas elecciones: “Sí las elecciones de noviembre de 1933 tuvieron efecto en una atmosfera de guerra civil, las de febrero de 1936 fueron la guerra civil misma. Las fuerzas políticas más considerables de la nación se agruparon en dos bloques irreconciliables de parejo volumen. La propaganda electoral, tumultuosa y violenta, sobrepasó en incidentes a toda la experiencia anterior de igual linaje. Estaba de manifiesto que a ambos bandos se les alcanzaba sin asomo de duda el carácter decisivo de la prueba, con la ligera diferencia que para las izquierdas, siempre embargadas por un concepto extremado de la legalidad, los resultados electorales  iban a decidir sobre la existencia de la República, y para las derechas habituadas a entender la legalidad como expresión de poder económico y social más que como concepto jurídico inmanente, y menos seguras de la victoria, las elecciones de febrero no dirían la última palabra en el gran pleito histórico. Esto era cierto, sobretodo, por lo que concierne al partido de la aristocracia y a los carlistas, que acudían a la contienda en compañía de la CEDA y la Lliga de Cataluña. A estas fuerzas, el fallo de las urnas, si les era adverso, no las ligaba, en su propia conciencia, a someterse. Al triunfo de la democracia, por muy fundado que estuviera en derecho, oponían el derecho a la rebelión. – La victoria del Frente Popular colmó los deseos de las izquierdas y mejoró las esperanzas de los escépticos. Los partidos democráticos consiguieron 266 puestos en la nueva Cámara, el bloque reaccionario, 153, y el Centro, incluidos los nacionalistas vascos, 54. Por primera vez los comunistas, que en los parlamentos de la República habían tenido un solo diputado, adquirieron cierta importancia con 15. El numeroso contingente radical de las Cortes anteriores quedó aniquilado, y sus ocho representantes, afrentados por la exigüidad de  su grupo, acabaron confundiéndose pudorosamente, con los 25 centristas que sacó Portela Valladares. El núcleo más fuerte en la Cámara sería la CEDA, con 98 diputados, seguida del socialismo con 87. Y la izquierda republicana de Azaña, destruida en las pasadas elecciones de noviembre, renacía con vigor insospechado con 81 legisladores.”
 
        La otra versión es del Dictamen de la comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936. Dictamen en el que intervinieron varios ministros de la República y que a todas luces puede interpretarse como una clara visión derechista de las elecciones. Para dicho Dictamen: "las elecciones fueron elementalmente una falsificación".  Así uno de los comentarios más atinados e interesantes, es el de D. José A. Primo de Rivera, quien acepta sin más paliativos el triunfo claro de las izquierdas.  Dicho artículo, publicado en el semanario Arriba el 23 de febrero de 1936, lo reproduciré íntegramente en mi próximo post por su atinada visión.

Continuará....

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          Dada la familiaridad adquirida por la repetición de nombres o siglas en mis anteriores escritos, omito la reiteración de los mismos, abriendo aclaraciones solamente a nuevos protagonistas.

(*1) Alfonso Carlos Fernando José Juan Pío de Borbón y Austria-Este.  (Londres, 12.09.1848 – Viena 29.09.1936). Autoproclamado duque de San Jaime y de Anjou. Pretendiente carlista al trono de España, con el autoproclamado a su vez nombre de Alfonso Carlos I de España y pretendiente legitimista al de Francia.

(*2) Manuel Fal Conde (Higuera de la Sierra - Huelva, 11.03.1894 – Sevilla, 22.05.1975) fue un abogado y político español de ideología carlista, jefe delegado de la Comunión Tradicionalista entre 1935 y 1955.

(*3) D. Tomás Domínguez Arévalo: (Madrid, 26.11.1882 – Villafranca - Navarra, 10.08.1952, más conocido por su título nobiliario de conde de Rodezno,  fue un político español de ideología tradicionalista – carlista. Diputado en Cortes por Navarra, entre 13.07.1931 – 02.02.1939;  ministro de Justicia en el periodo 30.01.1938 – 09.08.1939; Procurador en Cortes, 16.03.1943 – 24.04.1946.
 
 
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 El texto y la investigación que subyace pertenecen a Audrey y yo. Si vas a usarlo, cita la fuente
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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