viernes, 14 de octubre de 2016

Concierto OSPA 13.10.16

Ayer todo hacia presagiar que la noche sería estupenda. Un buen programa, una orquesta relajada y bronceada, un director sonriente y con ganas de comenzar temporada... y hasta ahí.
Emulando la portada del programa de mano de la OSPA, y si yo tuviera que poner hashtags a la noche serían: # Señoras mayores que hacen ruidos y creen que nadie las oye; #Relojes de pulsera que suenan como metrónomos; #VIP que no apaga el móvil en los conciertos.
No se si por todo lo anterior, por parte, o porque no era mi noche, solo conseguí disfrutar de la ultima pieza: La Patética de Chaikovski.
Es curioso porque mi juicio suele coincidir en mayor o menor medida con el de los que me rodean, pero ayer, eso tampoco ocurrió. Al menos es lo que pude apreciar durante el descanso.
La primera obra "Pasión cautiva" de Consuelo Díez, me pareció un suplicio innecesario sobre el que no voy a extenderme. Alguien observó que era lógico el sonido dado que la autora imparte clase de música electroacústica... lo ignoro, para mi eran ruidos de cocina: teteras que pitan, palillos chinos que chocan, cubiertos de metal golpeados sobre una mesa y el sonido de silbatos en el sambodromo de Río.
Esperaba como agua de mayo el Concierto para piano nº1 de Chaikovski. Concurrían varias circunstancias; me encantan los conciertos para piano y orquesta, me entusiasma este autor, pocas cosas en si bemol no me gustan y este concierto es particularmente bonito. ¿Qué lo estropeó? Pues yo diría que la pianista, pero en vista del ardor popular no se si mi opinión será muy compartida. No acierto a saber si la tapa del piano estaba muy abierta, lo que ocasionaba problemas de estridencia acústica, o que ella carecía de sensibilidad, pero no me gustó nada su interpretación.
En este concierto el piano no es un instrumento más, tampoco es el mero solista, es una lucha titánica entre una sola voz, y un coro: el piano contra la orquesta. Sobre todo en el primer movimiento el piano ha de tener carisma, liderazgo, pero no aporreo y estridencia. Lo cierto es, que cuando nos ofreció el bis, me dio por pensar que alguien debería haberlo afinado antes, porque no sonaba limpio.
Cuando ya estaba persuadida de irme a casa, porque ya pensaba que era yo que había perdido mi sensibilidad musical, llegó la patética, y con ella recuperé la fe y mi oído interno se relajo.
Esta obra, el epitafio que el autor escogió para su vida sin saberlo, contiene todas las claves de su música. Esa tensión instrumental, la tristeza que se vuelve risa y viceversa, el conflicto psicológico, la pena. Paisajes de una vida interior agotada y tumultuosa, de miedos y ansias, de anhelos... Recuerda en algunos pasajes del primer y segundo movimientos a su ballet más celebrado: "El lago de los cisnes". Comparte con él esos sonidos dramáticos orquestales, que se vuelven oníricos y alegres, para tornar melancólicos de pronto.
Es triste pensar que su autor no haya podido saber que es una de las Sinfonías más famosas, o que su innovación formal dio paso a cosas nuevas. La vida del artista no suele ser sencilla.
La orquesta magnifica y su director el Señor Milanov esplendido, sobre todo cuando dirigió con tanto arte como sensibilidad el segundo movimiento.
Como colofón me gustaría volver a pedir al Teatro Jovellanos, que por favor, suelte por megafonía uno de esos mensajes de: "Les recordamos que apaguen sus teléfonos móviles por favor". Ya lo de: los caramelos; toses; bolsas; papelitos; relojes sonoros; pulseras castañueleras; abanicos; piernas que siguen ritmos; y demás... me lo callo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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