martes, 12 de junio de 2012

Tarde con Janis Joplin

Estoy sentada en el salón. Fuera llueve. El agua resbala por los grandes ventanales. Suena un concierto para piano de Shostakovich. Sus notas melancólicas se arrastran igual que las gotas en el cristal, cadenciosa pero continuamente. Janis Joplin está sentada enfrente de mí. Juguetea con uno de sus largos collares abstraída. Hace rato que no habla. De pronto, su voz ronca, rompe el silencio.
- Me gusta esa jodida melodía. ¿Qué es?. La miro sonriendo.
- El concierto para piano nº 2 en Fa mayor de Shostakovich. ¿Bello, eh?. Parece vacilar un instante antes de replicar.
-¿sabes?, ahora me doy cuenta de que viví mi vida como si tuviera prisa por morirme. Sin apreciar todos los pequeños detalles; Las gotas de lluvia, una buena charla, la música clásica…
 Me sonríe con una de esas sonrisas suyas, de niña traviesa. Una sonrisa franca y abierta, pero al instante,  a sus ojos asoma una sombra de tristeza. La miro inquisitiva, como animándola a continuar.
-Amaba la música, pero nunca creí que fuera suficientemente buena como para triunfar. Era solo esa chica fea y torpe que cantaba por no llorar. Mira por la ventana y su vista se pierde en un punto lejano. Pasa una pierna por encima del brazo de su butaca Luis XVI y deja la otra apoyada, desmadejada, rota. Prosigue con voz monocorde.
- Cuando empecé a triunfar pensé que no me lo merecía, en el fondo, sentía que todo aquello era un error. Vivía con el miedo constante a que alguien llegara y me lo arrebatara todo. Así que cogía mi botella de Southern confort y bebía hasta que ya nada importaba. Miraba alrededor y no veía nada más que soledad. Nadie me amaba, me encontraba fea y gorda, mi corazón hecho pedazos solo encontraba alivio en el escenario. Cuando veía a otros músicos como Hendrix pensaba, ¿Quién coño te crees que eres tu Janis?. Ellos van a notar que eres un fiasco. Pero la gente me seguía, coreaban mi nombre y hacían fotos y a mí me apetecía gritarles: ¿No veis que soy una impostora?, ¿Por qué me seguís? Nunca sentí que fuera lo bastante buena.  Entonces se echa a llorar, suavemente, aliviada. Sus lágrimas ruedan por sus mejillas, como el agua en el cristal, lentamente.
 Apoya la cabeza hacia atrás y su largo pelo ondulado pasa por encima del respaldo de la silla. Extiendo la mano y la toco. No le digo nada. Para mi ella es Janis Joplin, una de las más grandes voces de la historia. Solamente su risa, ronca y alocada en ocasiones, emula un concierto de Bach para chelo. Pero no se lo digo. Solo la miro y sonrío tímidamente. No se me dan bien las personas. En ese instante, una camarera entra con una bandeja donde tintinea  un bello juego de té. Ella me mira risueña.
 - ¿No hay whiskey en tus sueños?. Le sonrío de nuevo.
- No. En mis sueños hay música, silencio, lluvia y ahora tu.

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