Camino en silencio por la orilla de la Ría. En mi ipod, Rostropovich interpreta el Preludio nº 1 de Bach, mi favorito. Del chelo me gusta el silencio en que se desenvuelve su sonido. Ese silencio que suena entre una nota, el arco que rasga la cuerda y la siguiente. Voy pensando en esto mientras la brisa me acaricia la cara. La marea ha dejado al descubierto buena parte de la Ría y un pájaro de patas largas picotea el suelo incansable en busca de comida. De pronto le veo, apoyado en la barandilla. Es fácil verle, su figura recuerda al pájaro, estilizado, elástico, demasiado delgado tal vez. Ve que me acerco y sonríe. Su sonrisa es entre tímida y tierna, todo el trasmite una sensación de fragilidad.
-Hola Michael, le digo apoyándome a su lado. ¿Llevas mucho aquí?.
No me contesta de inmediato. Siempre lo hace, por eso me gusta hablar con él. Siempre sopesa sus respuestas como si mis preguntas merecieran el esfuerzo.
- ¿Te has fijado en cuanto tiempo invierte un pájaro en buscar su alimento?. Asiento. Yo hice lo mismo, invertí mucho tiempo en buscar la perfección, pero no existe. La perfección solo dura un instante y luego, (hace un gesto con la mano), puf, desaparece. Una cosa solo es perfecta un breve momento y solo en un tiempo y un lugar determinados. Por eso la perfección es un milagro, porque no dura salvo en nuestro recuerdo. Su voz es aguda, delicada incluso.
-Pero la naturaleza es perfecta, le digo, todo en ella es exacto, bello, sincrónico, útil… ¿no crees?. Tras unos segundos contesta con un eco de tristeza en la voz.
-Yo pienso que todo es perfecto en la naturaleza salvo nosotros. Los humanos somos el gran error, la tarea inconclusa del creador. Valoro su respuesta y respondo después de unos instantes.
- A lo mejor esa es nuestra tarea. Completar su obra. Encontrar nuestro hueco en la creación. Encajar en aquel lugar en el que seamos útiles, bellos, exactos, sincrónicos…
Me mira y me coge uno de los cascos. Se lo pone. Suspira.
-Bach, ¡me encanta Bach!. ¿Lo ves?. Bach es perfecto en este momento, aquí, ahora. Sonríe.
Me coge del brazo y continuamos el paseo. La brisa es ahora suave, la marea está empezando a subir y el pájaro alza el vuelo.
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