lunes, 13 de junio de 2016

El post octubre del 34

      Tras la llamada Revolución de Octubre del treinta y cuatro España era como un polvorín a punto de estallar. Los posicionamientos se radicalizaron más si cabe, y muchos Españoles, comenzaron a atisbar y denunciar la peligrosa deriva que los acontecimientos iban tomando. Desgraciadamente los antagonismos eran tales, que ya nadie supo o quiso, dar un paso atrás.
 
        La represión posterior a la Revolución de Octubre tampoco ayudó. Por un lado se hizo más profundo el abismo existente entre izquierda y derecha, y por el otro, las propias derechas comenzaron a dividirse.  
 
       23 de enero  de 1935  D. José María Gil Robles (*1), provoca la primera crisis parlamentaria  con una carta; pero la crisis puede calificarse de parcial e insignificante ante lo que vendrá.
 
      29 de marzo de 1935 , se aprueba en el Consejo de Ministros el indulto del cabecilla González Peña (*2), lo que provoca el abandono del gobierno de los  tres ministros “cedistas” .        3 de abril de 1935, D. Alejandro Lerroux preside un fantasmagórico gobierno de radicales y amigos de D. Niceto Alcalá Zamora. La CEDA por su parte, para entrar, exige cinco carteras ministeriales. Lo que nos lleva al sexto gobierno Lerroux y a 5 de mayo de 1935. La situación de inestabilidad política hace que no quede más remedio que conceder dichas carteras. Gil Robles se hará cargo del Ministerio de la Guerra, pero lo hace ya sin D. Manuel Jiménez Fernández (*3). La duración de este gobierno es corta, “cae” el 20 de septiembre, como consecuencia de la propia caída del Presidente del Consejo de Ministros Sr. Lerroux. El Presidente ya muy erosionado no pudo superar la crisis generada por los dos ministros “agrarios”, inconformes con la CEDA y con la cesión de servicios a la Generalidad de Cataluña. Asciende entonces a la Presidencia el ex ministro de Hacienda D. Joaquín Chapaprieta Torregrosa (*4), sin afiliación partidista alguna. Prosiguiendo el Sr. Gil Robles al frente del Ministerio de la Guerra.
 
       24 de octubre de 1935. La crisis del Straperlo (*5) acaba políticamente con D. Alejandro Lerroux. Tras la escisión del grupo gubernamental se hacen imprescindibles unas elecciones, que dan por liquidado el bienio derechista y sus dos últimos gobiernos, encabezados por D. Manuel Portela Valladares (*6).
 
         Si hasta aquí la falta de continuidad y estabilidad era notoria, lo que vino después ya puede únicamente calificarse como caótico. El baile de gobiernos que se suceden ,  no son más que un reflejo de la alteración que presidia toda la vida política y social española. A nadie con dos dedos de frente se le escapaba que lo ocurrido en Asturias había sido el ensayo general. Por si acaso, la prensa de izquierdas que siempre ha sido experta en propaganda, (ahora en televisiones), no dejaba de hacer continua referencia a ello. La campaña se basaba en una continua exaltación de la represión policial y militar del gobierno sobre la pobre y oprimida Asturias. Esa verdad a medias fue repitiéndose como un mantra y extendiéndose como un tam tam por la prensa de izquierdas hasta llegar al extranjero. La cosa llega a tal extremo de exageración y perversión de la realidad que en tierras Asturianas, se presenta una "comisión investigadora" de la internacional socialista.  Dicha comisión, presidida por el noble inglés lord William Francis Listowel (*7), tuvo que salir literalmente por “pies” de Oviedo, ante la indignación popular manifestada a su llegada a la estación del Norte (Renfe).
 
     Haciendo honor a la verdad oral y escrita transmitida familiarmente: "Evidentemente existió una dura represión militar y policial; pero hay que ser conscientes que aquello fue una guerra civil en toda regla. Siendo asimismo claro, que la provocación inmediata partió de los sediciosos y que, en definitiva, nadie, ni comisión ni asociación alguna quisieron investigar los grandes daños y asesinatos cometidos en la pacífica ciudad de Oviedo."

      Como “la justicia actúa, pero siempre en la cabeza del más pequeño, de lo contrario no sería justicia, sino pura anarquía”. Los auténticos responsables: Pérez Farrás (*8) y González Peña (*9), fueron indultados.  En cambio hombres y nombres insignificantes como el Sargento Vázquez (*10), fueron puestos y dispuestos como pasto de las fieras. Porque ya se sabe que el mejor amigo de un político no es el perro, sino el chivo expiatorio.
 
       La derecha a su vez, se había olvidado ya de la magnanimidad de la República con los sublevados del 10 de agosto de 1932 (La Sanjurjada). Y así, entre verdades a medias, mentiras veladas y convenientes olvidos, el pueblo Español y sus políticos, avanzaban como un barco entre la niebla: en la mas absoluta de las desorientaciones pero también, en la mayor de las fragilidades.
 
         La acusación contra D. Manuel Azaña (*11) tuvo que abandonarse por falta de consistencia. Pero la reiteración y odio desatado por la derecha en su lucha por destrozar al más grande político de la república, no cejó, llegando al total sectarismo, para el conocido hispanista D. Gabriel Jackson (*12): “esa insana insistencia fue el germen que condujo al Frente Popular”. Posiblemente esta afirmación peque de parcial, pero en base a lo estudiado y cotejado por mi, creo que es bastante certera.
 
          En paralelo a los posos de la “Sanjurjada”, la revolución de “octubre del treinta y cuatro”, avivó las ambiciones reaccionarias de las derechas. Así, los dos grandes revisionistas D. Niceto Alcalá Zamora y D. José María Gil Robles, sobrepusieron sus proyectos y enunciados, anunciando abiertamente la revisión de la constitución. No obstante la “marea revolucionaria” no dio lugar a revisionismo alguno. La citada “marea” que subía por momentos, ante la cerril actitud de las derechas, alcanza la “pleamar equinoccial”, con el recrudecimiento de la reacción agraria.

       Como ya viene siendo un clásico en esta sección, recurro a la pluma de Ramos Oliveira (*13), para que nos ilustre con su versión acerca de las izquierdas del periodo 1934-1935. Evidentemente es una visión parcial  de la que no participo en su totalidad, pero ilustra muy bien algunos de los hechos y personajes : “La experiencia de otras naciones y el conocimiento de las clases conservadoras españolas nos consienten inferir que si el socialismo español hubiese permanecido indiferente ante los cambios políticos del 4 de octubre, la clase obrera y la República no hubieran tenido que sufrir menos ultrajes que los que padecieron. Sin revolución, el gobierno Lerroux – Gil Robles habría acabado amordazando a la prensa de izquierdas, cosa que casi consiguió el gabinete anterior. Y así en todo lo demás. Si bajo Samper se ejercía una dictadura de la mayoría parlamentaria contra el proletariado y los republicanos auténticos, bajo el gobierno del 4 de octubre esta dictadura se habría acentuado, o la entrada de la C.E.D.A. hubiera carecido de sentido; y el inevitable recrudecimiento de la política reaccionaria iniciada en noviembre de 1933 habría colocado a la clase obrera y a la República, poco más o menos, en el mismo estado de servidumbre, pero sin honor y probablemente sin porvenir.
      De no haberse sublevado el proletariado, la represión policiaca hubiera sido seguramente menos dura, aunque no hay que olvidar que el hecho de no haberse defendido la social democracia alemana o el haberse defendido tarde la socialdemocracia austriaca no las eximio de rigores policiacos escalofriantes, y la oligarquía tenía dadas hartas pruebas de que para ella la mansedumbre del adversario no constituía atenuante a la hora del desquite.
    La persecución del proletariado, en el aspecto político como en el social estaba en el programa del nuevo gobierno. Sobre las características que tuvo la represión política, ya hemos dicho lo bastante, menester es añadir unas líneas acerca de represión social y económica.
     Conocemos la vindicativa repercusión que tuvo en el campo la victoria electoral del bloque de derechas en noviembre de 1933. Se deshizo toda la obra de la República en materia agraria, se redujeron los salarios en un 50 por ciento, se llevó  a las zonas rurales, no solo la miseria empobrecedora, sino también la anarquía, por si ya no fuera bastante complicada la situación de la agricultura. Diríase que no restaba a la reacción precepto por abolir, ley por desmochar o venganza por satisfacer. Pero en 1935 llegó la oligarquía en la opresión del campesino a excesos imaginables. La C.E.D.A. ya en el gobierno resucitó al señor de horca y cuchillo, a quien además de otorgarle poderes monstruosos sobre el paria sin tierra, le preparó un affaire financiero, que hacía al Partido Agrariocatólico émulo digno del radical.
     El 1º de agosto hizo pública la oligarquía territorial su “reforma” agraria. Introducía en el campo mayores desconciertos e injusticias que los que ya privaban. Y no es cosa de describir la “reforma” oligárquica teniendo en cuenta que solo alcanzó vida efímera por resultar derrotada la oligarquía en las elecciones de 1936. Pero tampoco pasaremos algún interesante y significativo aspecto de esta reforma agraria.
     La ley de amnistía devolvió sus propiedades territoriales a la nobleza expropiada sin indemnización por lo del 10 de agosto de 1932. Más los latifundistas quisieron lucrarse todavía más del cambio político, al paso que colocaban sus fincas para el futuro al abrigo de toda intromisión republicana, y en la “reforma” agraria del 1º de agosto de 1935 aparecía incrustado este anhelo de la corrompida nobleza territorial. Se anulaban formalmente las expropiaciones sin indemnización, pero no se entregaban las tierras expropiadas a los señores, se las convertía en ocupaciones temporales. El Estado mantenía sobre estas fincas un número de campesinos y abonaba la renta correspondiente a los propietarios. ¿A partir de cuándo? ¿A partir de la fecha en que entraba en vigor la reforma agraria de la oligarquía? No. La renta  la percibían los aristócratas con efecto retroactivo, es decir, contando desde el instante en que les fueron confiscadas las tierras. Y la renta se calculaba, no a base del valor de las tierras que servía a su vez de fundamento para la tributación, sino según tasación pericial o computo de un técnico al servicio de la oligarquía. Se introducían de esta suerte dos medidas de valor; cuando el Estado tenía que percibir la contribución, la finca valía lo que decía el propietario y cuando el Estado había de satisfacer la renta, la finca tenía otro valor mayor sin duda: el que declarase el perito. La clase territorial confesaba así que venía defraudando al Erario público durante generaciones y que no sentía empacho en defraudarle una vez más.
        De añadidura, el Estado indemnizó oportunamente a la nobleza por las mejoras introducidas  en la finca objeto de la expropiación. Puesto que cesaba la expropiación, los terratenientes estaban obligados a reintegrar al Tesoro las indemnizaciones. No, decía la “reforma” agraria oligárquica; la aristocracia devolverá las indemnizaciones al cumplirse los nueve años de la ocupación, si el Estado no ha expropiado para entonces las tierras. Pero eso – ya se decía – en el caso de que la expropiación no se efectuase. La cuestión era, para la rapaz clase directora, no correr ningún riesgo. Más la nobleza no tenía inconveniente en que se realizara la expropiación, porque iba a recibir del Estado sumas superiores al valor de sus fincas y porque las iba a recibir al contado, en títulos de la deuda, al 4 por ciento, con libertad de enajenarlos o hipotecarlos al instante.
       Pero dejemos ahí la “reforma” agraria de la C.E.D.A. para proyectar la atención sobre otro episodio no distinto en esencia, pincelada final en el retrato de la oligarquía española.
        En el gabinete del 4 de octubre pasó a regentar el ministerio de Agricultura un católico profesor de la universidad de Sevilla y miembro de la C.E.D.A., que pronto alcanzaría fama nacional por lo que otros permanecen toda su vida ignorados: por su sentido común: un católico y conservador español con sentido común había de adquirir enseguida rara notoriedad. Nos referimos al señor Jiménez Fernández. Trató este ministro de arrostrar la anarquía campesina, no con violencias, que la acentuarían, como era costumbre, sino con reformas dirigidas a crear pequeños propietarios, favorecer a los yunteros de Extremadura y aliviar la situación de otras masas sin tierra. Ni que decir tiene que Jiménez Fernández se concitó inmediatamente la aversión del Parlamento. Para la oligarquía era un socialista embozado mil veces peor que los “marxistas” confesos, y el epíteto de “bolchevique blanco” hizo rápida fortuna en un medio social que vivía en espantable alucinación, seguido día y noche por trasgos y vestigios comunistas. Las laudables intenciones del ministro de Agricultura, que hasta ese momento había disfrutado de cierta autoridad en el seno de la C.E.D.A., no pudieron, pues, abrirse paso. Como cuando Canalejas, entendido que en España no se haría nada perdurable mientras no se modificase el régimen de la propiedad agraria, se propuso introducir algunas leves  reformas, Jiménez Fernández recibía la repulsa de sus correligionarios. Estériles fueron todos sus argumentos y admoniciones. De nada sirvió que recordara a aquellos católicos el criterio de la Iglesia en materia social ni que evocara la figura de León XIII y su celebrada  encíclica.
      La oligarquía le respondió por labios de uno de los diputados terratenientes: Si desea usted quitarnos las tierras con encíclicas en la mano, terminaremos haciéndonos cismáticos; los socialistas, al menos, son más francos que usted en su esfuerzo por expropiarnos.
     En el gobierno de mayo ya no aparecía Jiménez Fernández. La oligarquía se había llevado un susto descomunal y lo apartó como si fuera un apóstata o un réprobo.”
 
      Continuará...
 
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(*1) Ver “Y llegamos al proyecto de Constitución”

(*2) Ver “Octubre rojo, Asturias y Cataluña a la vía revolucionaria”

(*3) D. Manuel Jiménez Fernández: (Sevilla, 06.05.1896 – Sevilla, 27.02.1968) Licenciado en derecho por la universidad de Sevilla, Catedrático de Derecho Canónico, cristiano practicante. Tras integrarse en la CEDA de Gil Robles, pasó a ocupar el ala más liberal y progresista dentro del partido. Solía apuntalar sus afirmaciones y discursos en base a distintas encíclicas papales. Fue ministro de Agricultura en el periodo comprendido entre 04.10.1934 – 03.04.1935. Como ministro, opino lo define magistralmente el artículo periodístico de Ramos Oliveira que se reproduce.
Dadas las enemistades que se creó al frente del ministerio, el General D. Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, tuvo que protegerlo de las brigadas de falange y de las oligarquías andaluzas. Siendo de resaltar el pacto de caballeros establecidos entre ambos: Mientras no fuese autorizado por el general, él no podría tomar contacto con su jefe de partido D. José María Gil Robles. Siendo liberado de tal compromiso el día 22 de junio de 1943.

(*4) D. Joaquín Chapaprieta Torregrosa: (Torrevieja, 25.10.1871 – Madrid, 11.09.1951). Licenciado en Derecho por la universidad de Valencia y Dr. por la de Bolonia. Ocupo distintos altos cargos en la administración, entrando posteriormente en el Partido Liberal y más tarde en el Republicano, donde llegó a alcanzar cargo de Presidente del Consejo de Ministros 23.09.1935 – 14.12.1935; ministro de Trabajo, Comercio e Industria 07.12.1922 – 03.09.1923; Ministro de Hacienda 06.05.1935 – 30.12.1935.

(*5) Straperlo: En pleno auge lerroixista (de Lerroux), arribó por los “Madriles” un austriaco apellidado Strauss, que trabó amistad con un sobrino de Lerroux, a quien el prócer político tenía por prohijado. Entre el austriaco y el sobrino, tramaron montar una ruleta en la sala de juego de San Sebastián, la cual previa desnivelación, de acuerdo a un método del “austriaco”, permitiría ganar fortunas a los banqueros. Este proyecto de trampa y concesión del juego en San Sebastián, en el que estaba metido como socio el “sobrinísimo”, fue descubierto y aireado en la prensa, con el consabido escándalo. Dicha ruleta y afer, dado el nombre del inventor pasó a llamarse “Straperlo”, españolizándose el término rápidamente bajo el epígrafe de “Estraperlo”. Este escándalo arrastró a Lerroux, quien perdió toda credibilidad y tuvo que renunciar a su hacer político. Este lamentable hecho, da claras muestras del nivel de repudio a la corrupción que existía en aquel momento en la vida pública española. Ni siquiera a sus más acérrimos enemigos políticos, les cupo la duda de que él tuviese conocimiento alguno sobre dichas maniobras, pero su credibilidad estaba en entredicho. A partir de este hecho, en España, toda actividad de contrabando, bolsa negra o picaresca comercial y mercantil, pasó a definirse como “Estraperlo”.
Es pena que a posteriori de este ejemplarizante hecho, haya perdido la clase política Española su altura moral, ya que se han permitido desde entonces los “Yernísimos”; “Hermanísimos”; “Cuñadísimos”; “Queridísimas” y toda una ralea de "presuntos" alcahuetes e inmorales saqueadores de las arcas públicas. Amén de que aquí no dimite nadie ocurra lo que ocurra.

(*6) D. Manuel Portela Valladares: (Pontevedra, 31.01.1867 – Bandol – Francia, 29.05.1952) Educado en el colegio de los jesuitas de La Guardia, se licenció en Derecho por la universidad de Santiago de Compostela. Ejerció la abogacía en Pontevedra, donde llegó a Decano del Colegio de Abogados local. De teóricas ideas liberales – centristas, fue ministro de Fomento con la monarquía, 03.09.1923 – 15.09.1923. Con la República fue Presidente del Consejo de Ministros, 14.12.1935 – 10.02.1936; ministro de Gobernación, 03.04.1935 – 25.09.1935. A nivel familiar de la que esto escribe, siempre se le definió como: “Cobarde e Indeciso masón que pretendía formar un partido político de centro, y finalizó muerto de miedo, entregando el poder al Frente Popular antes de que finalizasen las elecciones”.

(*7) lord William Francis Listowel: (Listowel, 28.09.1906 – Londres, 12.03.1997) Formado en el campo de las humanidades, en abril de 1927 ingresa en la Escuela de Información del Ejército Británico, egresado de Teniente de Información en abril de 1929. Tras cortos destinos en Birmania, India y Gana, en abril de 1931, pasa a situación de Reserva Voluntaria, entrando en la Cámara de los Lores el 11 de noviembre de 1931, en sustitución de su padre, por fallecimiento.
Independientemente de fomentar su futuro político, a fin de consolidarlo, jugó en más de una ocasión con su proximidad a las “inmediaciones” del partido laborista, aceptando de muy buen grado la presidencia de la Comisión de Investigación que recibió su mismo nombre y que tuvo que salir por pies desde la misma estación de la Renfe, sin siquiera poder pisar la C./ Uría de Oviedo. Historia, que a mediados de los noventa del pasado siglo, le contó personalmente con todo lujo de detalles partidistas a mi progenitor.
Su mayor esplendor, lo alcanzó bajo la égida y posterior gobierno del laborista Clement Attlee, donde temporalmente alcanzó el Grado de Ministro en tres ministerios secundarios. Fue subsecretario para la India y Birmania y gobernador de la colonia de Gana, hasta su independencia en 1960.
Dada su idiosincrasia y ánimo personal de medrar, mantuvo serios enfrentamientos con lord Louis Mountbatten (último Gobernador general de la India) y anteriormente, el 27 de diciembre de 1937, con el entonces Midshipmen Borbón,  que no era otro, que D. Juan de Borbón (futuro Conde de Barcelona) quien por especial gracia de S.M. George V, cursaba estudios como Caballero Alumno en la BRNC Dartnouth. Quien aprovechando una visita de lord Listowel a dicho centro educacional, con toda corrección, le afeó su intervención en la citada Comisión y su intromisión en los asuntos internos de España, en plena y fratricida guerra civil. D. Juan de Borbón, mal que nos pese a algunos, era mucho D. Juan.  Lo mismo que lord Listowel, era lo más parecido a una boya, flotaba siempre y en cualquier líquido o gas.

(*8) ; (*9) y (*10) Ver “Octubre Rojo: Asturias y Cataluña a la vía revolucionaria”.

(*12) Ver “Octubre Rojo: Asturias y Cataluña a la vía revolucionaria”.

(*13) Ver “La parte positiva de la República (II)”
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                 El texto y la investigación que subyace pertenecen a Audrey y yo. Si vas a usarlo, cita la fuente
 
 
 
 
 
 

 

2 comentarios:

  1. Muy distinguida joven. Camino de “Senior” historiadora contemporánea:
    El hecho de disponer de unas fuentes de información familiar de primigenio origen (por ambos bisabuelos): no son óbice, para que su capacidad de síntesis, pueda plasmar en unas pocas líneas, lo abigarrado de un periodo muy corto en el tiempo, pero de vital transcendencia en el acontecer inmediato - posterior, inmediatez y posteridad, que alcanza a nuestra actual situación política y convivencia inmediata ¿Podría ser el Sr. Rajoy, el Gil Robles de nuestro tiempo? ¿Alterando el orden cronológico, el Sr. R. Zapatero, en su sinsustancia, pudo desempeñar en algún modo las funciones del Sr. Portela Valladares?
    Aprovechando la estancia de sus tíos en esa localidad costera, espero tener la oportunidad de poderla saludar personalmente y deparar largo y tendido. En mi humilde opinión, tiene que plantearse el doctorado en historia. Esa información familiar que atesora, unido a su ya dicha capacidad de síntesis, no puede ser desaprovechada.
    Atentos saludos de este emérito seguidor suyo.

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  2. Tendre en cuenta su sugerencia ya que la historia me apasiona y me enfurruña a menudo lo manipulada que esta. Al fin y al cabo la verdad es siempre mas interesante.
    En mi opinion les concede usted demasiada talla politica tanto a Zp como a Rajoy. En mi opinion el primero fue mucho mas dañino de lo que se le concede y el segundo ha sido el destructor de la derecha liberal fundada en Ap. Todo eso si, desde la insustancialidad mas absoluta. Esta falta de altura politica no solo nos afecta a nosotros, ahi tenemos a obama y trump que parece ser el futuro. Cuando uno piensa en lincoln, roosevelt, churchill o thatcher se le encoge el corazon. Me encantara si ese encuentro se produce departir con usted.

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