viernes, 20 de febrero de 2015

Ospa 19 febrero

Como agua de Mayo esperaba yo el concierto de ayer de la Ospa. No solo porque en Gijón, no tocaban casi desde hace cuatro meses, sino porque la segunda obra del programa, el concierto para piano nº2 de Rachmaninov es de mis obras favoritas para ese instrumento.
El Jovellanos, aun con cuerpo de jota, nos recibió carnavalero y luminoso, con la exposición que conmemora los  20 años de nuestra sardina, en lo que debía ser una gran noche. Lo fué, y no lo fué.

Sobre la primera obra pasaré rápido, Elephant Skin de Jesus Rueda, es una de esas cosas que componen los músicos modernos que suenan a ruido orquestal, a atasco de coches, y en este caso, a barritar de elefante indignado. Si ese era el propósito del autor, lo logró. A la orquesta la encontré un tanto fría al inicio, desangelada más bien, pero quizás era por el mismo espíritu de la obra, destinada supongo, a que el autor demostrara que conocía la existencia de los diferentes instrumentos de la orquesta. Y digo yo, ¿no se plantea ningún músico actual, escribir una buena sinfonía? No todo está inventado.
Cuando llegó el Concierto de Rachmaninov estaba ya expectante, quizás por ello no fue lo que esperaba. La pianista Gabriela Montero, de fama y reconocimiento mundial, no le hizo justicia a la obra. Esta pieza necesita una gran precisión técnica, pero sobre todo, un buen dominio del ataque, es decir, que cuando se tocan las notas que suenan fuerte en el piano, no se aporree. Sucedieron dos cosas en su interpretación; por un lado parecía que abusaba del uso de los pedales, cambiando el color de algunas notas, y por el otro, el ataque era tan fuerte que cambiaba el tempo de la obra ralentizando algunos pasajes.
Ayer se demostró que se puede ser un gran pianista, hasta genial, como demostró en su show post pieza con su improvisación, y un mal interprete de una obra clásica, que tiene un tempo y un modo que no se puede variar. No era un concierto de jazz, no era una jam sesion, era uno de mis conciertos para piano preferidos, y no fué una buena actuación en mi opinión.
Como tristemente este concierto habia sido una de mis repetidas peticiones a la Ospa, que por cierto estuvo estupenda en su interpretación, me atrevo a pedir ahora el Concierto para piano y guitarra de Mario Castelnuovo Tedesco, cuyo segundo movimiento, es una autentica delicia. (El que quiera puede disfrutarlo en You tube)
Despues del descanso llegó Shostakovick con su Sinfonía nº 15. Este autor a mi siempre me gusta, aunque comprendo que es difícil en ocasiones. Yo he llegado a pensar, que su manía por no componer más de seis notas melódicas seguidas, (es un decir), venía de un déficit de atención. Su obra, siempre da la sensación de ir a saltos, pequeños rebotes, como si mostrara imagenes a toda velocidad en lugar de una secuencia única. Eso me encanta de su obra, eso, y su gran dominio de los diferentes sonidos de los instrumentos, del color de la orquesta. ¿Para que se quiere una sinfónica si no se va a usar todo? debía pensar este hombre al componer.
El primer movimiento, el allegretto, es muy divertido, juguetón, irónico. En él suenan las notas más características de la obertura de Guillermo Tell de Rossini, y sobre ellas, va construyendo una pieza casi grotesca. En algunos momentos, juro que vi correr a Tom detrás de Jerry dando saltos por entre los músicos.
Este primer movimiento, que parece alegre, nos lleva a los demás que son casi fúnebres, más bien tristes, como si el autor, ya mayor y enfermo en esa época, estuviera contemplando el pasado, más con pena que con melancolía. No llega al extremo cáustico del tercer movimiento de su quinta sinfonía, (que es para llorar de triste), pero si contagia un cierto caos, un mundo interior agitado y no muy sereno.
Maravilloso el final del ultimo movimiento, con los metales y maderas, la celesta, (ya no puedo escuchar una sin pensar en Harry Potter), y la percusión, todo ello en un goteo calmado, pero continuo, intenso pero diluido.
 Estupenda la orquesta, que al haber tocado los dos últimos movimientos seguidos, se quedó algo desconcertada por nuestra falta de aplausos, que nada tenían que ver con su interpretación, sino más bien, con que la mayoría esperaban otro movimiento.
Un concierto extraordinariamente dirigido por Rossen Milanov, que cada día me gusta más, y muy bien interpretado por la Ospa, sobre todo, la ultima obra.
¡Deseando que llegue marzo para disfrutar de dos grandes; Mozart, y Chaikovski!



















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