jueves, 16 de enero de 2014

Ospa 16.01.14

¡Tan, tan, taran, tan tan tan taran tan tan!, no, no me ha dado un aire ni perdido el Oremus, es que desde que he visto la portada de la revista de la Ospa me he puesto en modo STAR WARS :) y no paro de tatarear la Marcha Imperial. Estoy inmensamente feliz porque no todos los días un sueño se hace realidad y el mio, escuchar la música de John Williams en una sala de conciertos, se verá cumplido, Dios mediante, el próximo 28 de marzo, así que antes de hablar del concierto que acabo de escuchar, ¡GRACIAS por hacernos felices a tantos fans del cine y la música!. Por cierto, felicidades al diseñador de la portada, la guardaré.
Y ahora si que paso al estupendo concierto de hoy. El tema no empezaba bien, estoy recuperandome de unas anginas, mi hija esta dejando el chupo y la medicación me da dolor de estomago pero la música es medicinal. La primera pieza, (cada vez que digo esto, escucho en mi cabeza a los geniales Le Luthier hablando de Johan Sebastian Mastropiero), eran Las Danzas de Galanta de Zoltan Kodály.
Como me suele pasar cuando la música me atrapa, en seguida me fui del Jovellanos para pasear por otra parte. En esta ocasión conecté con el libro que estoy releyendo "Una habitación con vistas" y me dediqué a recorrer Florencia. Hermosa, antigua y con una luz de color caramelo que lo ilumina todo y convierte cada piedra en un pedazo de ámbar. La música era colorida, pasaba de la alegría a la melancolía en un segundo y vuelta. Me gustó mucho la obra y la interpretación de la Orquesta. La segunda obra, el Concierto para violín en la menor de Dvorak contaba con un gran atractivo añadido, un gran solista Kristof Baráti y sobre todo, su violín, un Stradivarius. Los que me leen ya saben que no soy muy de violín, en realidad no me gustan los sonidos agudos en general, incluso las voces de los cantantes me gustan graves, así que un concierto de violín no es lo mio, pero debo decir que fue genial. La historia de este concierto es curiosa porque Dvorak, se pasó tres años haciendo cambios en su obra a petición del violinista al cual iba dedicada y finalmente, harto de la humillación, decidió publicarla tal y como el la había concebido. Afortunada mente para él, fue un enorme éxito en su momento y se ha convertido en una obra clásica en el repertorio de los grandes violinistas. Aunque el mas alabado sea el segundo movimiento por su belleza lírica, mi favorito es el tercero que es donde más suena el "sello Dvorak", ese sonido extraído del folcklore Checo y convertido en música Clásica y universal. Estupendo el solista, al que por una vez, no recriminaré no haber dado propina.
La segunda parte la ocupaba entera la Sinfonía nº1 en mi menor de Jean Sibelius. Sibelius es uno de mis autores preferidos, me apasiona su enorme personalidad musical, ese modo que tiene de extraer música del ruido. Como me gustan todas sus obras, disfruté esta enormemente. Me gusta su música porque en dos minutos, pasa de un sonido Wagneriano, con el que citando a Sergio Fdez el Monaguillo, "te dan ganas de conquistar un país", a un sonido en el que escuchas las zapatillas de punta de un montón de bailarinas martillear sobre el escenario. Sibelius es moderno en su simplicidad hay una pureza en su sonido pero una brillantez en la manera en la que combina los elementos. De esta obra me encanta el mix clarinete - timbales y el hecho de que suenen todas las secciones, cuerda, viento y percusión. El tambor gigante hubiera hecho las delicias de mi hija que ha pedido a los Reyes una batería. El final también muy Sibelius, "¿creeis que voy a terminar con un chin pon?, ¡pues no!, un pon chin".
Genial la orquesta y muy bueno el director, David Lockington que de nuevo me lleva a pensar que ser Director, debe ser mejor que una clase de aerobic porque son todos muy delgaditos.













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