La Ospa ofreció ayer su tercer concierto de abono en Gijón. Felicitar, imagino que al director, por el cambio de situación de los instrumentos, que por fin permite que violonchelos y contrabajos empasten con el resto de la orquesta. Antes, al menos en anfiteatro, el sonido llegaba disociado. Agradecer que ¡por fin! , los solistas nos ofrecen bises, o pequeños regalos como el del chelo extraordinario, por su juventud, Pablo Fernández (la semana pasada), o la bella canción Asturiana que nos ofreció ayer Christian Brandhofer con su trombón.
El programa era atractivo por su variedad, ya que tenía algo
clásico y de siempre, algo moderno y algo, modernamente clásico. La Sinfonía
nº29 en la mayor de Mozart, abrió el concierto, con su bello primer movimiento.
Este es una de mis melodías, digámoslo
así, favoritas del compositor, a pesar de que tiene mucha cuerda y los que me
lean ya sabrán que no soy muy fan de los violines en general, y de los de la
Ospa en particular. Pero Mozart logra en esta pieza un bello equilibrio entre
los instrumentos de cuerda que empastaron ayer muy bien sonando con el color
que debían.
La segunda pieza fue, un desconocido para mi, Concierto para Trombón de S. Brotons. El
solista Christian Brandhofer, fue extraordinario y pudo lucir en múltiples
facetas, ya que este Concierto pasaba por toda la gama de sonidos, tempos y
colores. Hubo momentos para la sordina, para los graves más graves y para los
agudos, para el sonido bufo tan característico de este instrumento y para el más
solemne del pasacalles. La obra en sí, no es de las que uno recuerda o tatarea,
pero particularmente, me gustó muchísimo el Concierto, el solista y la
oportunidad de escuchar algo diferente.
En la segunda parte llegó Sibelius con su Sinfonía nº5 en mi
bemol mayor. La obra de Sibelius a mí siempre me recuerda una frase de Miguel
Ángel, que preguntado sobre sus esculturas dijo “La estatua esta dentro, solo
hay que quitar al mármol lo que le sobra”. Uno escucha el maravilloso ruido
orquestal que crea este compositor, fascinado por el hecho de que recuerda una
orquesta afinando con musicalidad y belleza. De pronto, “del mármol” surge una
melo2día bella y dulce que emerge del conflicto y el ruido armónico. Estupendos, como siempre, viento y percusión.
Bien interpretado en general, con la fuerza y la pasión necesaria. Lo único el
final en el que se adelantaron, o no entraron a la vez, algunos instrumentos.
En mi opinión, la orquesta, como orquesta, suena mejor
cuando esta su director titular, Rossen Milanov, sin demérito para Perry So,
que es un gran director y siempre es divertido contemplar su hiperactividad, “tan de director de
orquesta”. ¡No quiero ni imaginar que un día alguien me escuche y la Ospa toque Star wars!, ¿se imaginan a ese director con la marcha de Darth Vader? sonando de fondo...
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