jueves, 14 de febrero de 2013

A dios

A veces Dios te escucha. Técnicamente lo hace siempre, pero todos aquellos que rezamos, sabemos, que no siempre se escucha dentro el eco de una respuesta. Pero cuando la escuchas, todo cobra sentido. Otras veces pides algo y por algun problema de conexión, alguien escucha lo contrario a lo que pediste... algo así debió ocurrirle a Joseph Ratzinger, cuando esperando para elegir a un nuevo papa, rezó pidiendo no ser él. Debo reconocer que a mi no me gustó su elección. Las razones eran innumerables para mi y ninguna tenía que ver con mi predilecion por su predecesor en el cargo. Pero Dios, con esa manía suya de llevarme la contraria, me hizo ver lo errada que estaba.


 No esperaba yo mucho de aquel, su primer via crucis como Sumo Pontífice, la verdad que tenía frío y me dolían los pies, vamos, que me estaba enfurruñando. De pronto apareció y sonrió timidamente, con esos dientes que le hacen parecer una ardilla y su voz, algo aguda para la idea que uno se hace de alguien con su nombre, sonó en la noche Romana y dió las gracias y de pronto un aire cálido empezó a soplar y todos sonreímos al unísono. Aquella noche me hice fan. No tengo otra manera de explicar mi cambio total de parecer. Luego leí sus libros, su ultima encíclica y empecé a intuir, que el hombre intelectual y profundamente inteligente que los escribía, no podía ser feliz enclaustrado en una institución inmutable. Alguien con tal capacidad de análisis no se conforma con formar parte de un engranaje, aspira a mejorarlo. Alguien que piensa y analiza, se frustra porque no se conforma, y no conformarse es a veces peligroso.
Su predecesor era, con todos mis respetos, una pop star, un icono, un flash, una imagen. A pesar de lo cual, yo reconozco que siempre le recordaré vencido, pero aferrado a la cruz y que esa imagen me guía en mis horas de zozobra, porque esa y no otra, es la foto de aquellos que creemos y nos agarramos a nuestra fe aunque arrecie la tormenta. Pero aquel, era otro hombre y no el que escribió, por vez primera en una encíclica, (no es textual), que los hombres eran responsables de sus actos y no podían ampararse en las instituciones, que habló del capitalismo como un mal necesario, que dio la bienvenida a las nuevas tecnologías y la globalización y que aunque desterró a la mula y el buey dijo por fin que, como muchos sabemos, el infierno existe. Quizás porque él sabe bien de lo que habla ha decidido irse. El hombre tímido que parecía que estaba de paso, ha dejado una honda huella en muchos y también un ejemplo de humildad y dignidad. Espero que el Espíritu Santo, vuelva a no escuchar cuando alguien pida no ser él, porque ese será el bueno.
Desde mi anonimato de fan, yo quiero despedirme de Benedicto y desearle a Ratzinger que toque el piano y escriba. Sin más. Creo que es a lo máximo que puede aspirar alguien inteligente, a no pensar un rato y sentir dentro la paz de Dios.






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