miércoles, 19 de septiembre de 2012

De Santiago Carrillo y el ballet

Cuando yo tenía seis años, corría el año 1.980. En aquella época, la transición, su espíritu y hasta el espíritu del Generalísimo flotaban en el ambiente. Eso sí, nada de eso, aunque impregnara más de lo que entonces pensamos, iba con un par de niñas de seis años vestidas de tutu blanco. Mi academia de baile, muy famosa en aquella época en Gijón, daba todos los años una función donde las niñas y el marido de la directora, nos lucíamos con nuestros tutus, huelga decir que él marido no iba en tutu… aunque hubiera podido.
La función era en el Teatro Jovellanos de Gijón y el ensayo General se celebraba unos días antes “con vestuario y maquillaje”. Pues bien, el día de marras, salíamos mi amiga y yo de nuestro ensayo del “Claro de Luna”, vestidas con sendos y primorosos tutus blancos con cintas plateadas, pelo recogido en escrupuloso moño alto y muchas ganas de jugar en el parque vecino. De pronto mi amiga me señala a un señor, que entonces me pareció viejísimo, que paseaba por las inmediaciones del teatro y me dijo; “¡Corre,  vamos a pedirle un autógrafo a ese señor, ¡que sale en el telediario!”, y para allá que nos fuimos. El señor en cuestión, resulto ser Santiago Carrillo que había venido a dar una charla en el mismo teatro que ensayábamos nosotras, la cara del susodicho cuando vió a dos niñas de tutu blanco pidiéndole un autógrafo es indescriptible. Fue entre sorpresa, deleite, sonrisa de abuelo cebolleta y amargura. Una amargura de pensar, “para lo que nos hemos quedado”…
Yo no supe a quien le había pedido el autógrafo hasta que llegué a mi casa muy feliz y se lo enseñé a mi padre. Mi madre tuvo que pararlo porque empezó a soltar una retahíla de insultos por la boca no aptos para menores, mi abuela cuando se enteró se santiguó y casi me condena a Siberia por presunta comunista y en fin, que la felicidad de mi primer autógrafo quedó empañada por la realidad del individuo al que se lo había pedido. Con los años me formé mi propia opinión del Señor Carrillo ,bastante aproximada a la de mi familia, aunque debo decir, que recuerdo aquella tarde de cielo gris y casi verano como una de las más alegres de mi vida y ese recuerdo me ligará irónicamente de forma perenne al Señor Carrillo.
Desde aquí descanse en paz.

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