miércoles, 16 de diciembre de 2020

La paradoja de Sorites

La paradoja que da titulo al artículo se atribuye a Eubulides de Mileto, un filosofo Griego. Un buen día, porque los Griegos eran así, este hombre se preguntó: ¿Cuándo un montón de arena se convierte en montón de arena? O dicho de otro modo ¿Tres granos son ya montón de arena?, ¿n granos?, ¿uno?...

Esta paradoja me viene hoy a la cabeza porque se ha ido un grano de mi montón de arena, uno mas, y me pregunto ¿Qué ocurrirá si me siguen quitando granitos de arena? ¿Seguiré siendo el mismo montón que soy? 

Timothy, "Timoteo" como yo siempre le llamé se ha ido, y con él se van muchos recuerdos. 

Era brillante, irónico, tranquilo, melancólico y sonriente. Solo así pudo sobrevivir a un padre Irlandés y una madre Italiana. Sus padres no eran dos personas, eran dos clichés. Ella excesiva, gritona, irreflexiva, cariñosa y pintada siempre como una puerta; él periodista de raza, brillante, irónico, católico y gran bebedor de whiskey. Estar con ellos era como verse en un cruce entre "El hombre tranquilo" y "Matrimonio a la italiana".  Ella le gritaba a él que era un "viejo irlandés" y él a ella que era una "Italiana loca". Luego ella le guiñaba el ojo, él sonreía, y la vida seguía.

Como la de toda persona muy inteligente y sensible, su vida no fue un trazo recto. Era doctor en patología y trabajó tanto en radiología como en el departamento de inmunología de la clínica Mayo. Su pasión sin embargo estaba en otra parte. Amaba el mar, los barcos y la naturaleza Todo ello me lleva a pensar en Dios, y en sus renglones torcidos, porque yo terminé en su casa de un modo tan casual, como el que llevó a Aurora a la casa de las tres hadas. Como en los cuentos en el mío tambien hay una hermanastra, una bruja mala, y un hada madrina llamada Diane.

Cuando le conocí era el capitán de un remolcador en los grandes lagos, y debido a que los meses de hielo no trabajaba, podía dedicar su tiempo a su pasión por la vida tranquila. Quizás por eso, porque estaba mucho en casa, tuve la suerte de pasar mucho tiempo con él. Para sacarle dos palabras había que estar cinco horas a su lado, así que el tiempo era necesario.

Recuerdo que me contó que no le gustaba la vida en la ciudad, ni el trabajo en la clínica. Todo muy competitivo y poco orientado a los demás. Tampoco era feliz en el remolcador. Era el "doctor" entre personas con una formación cultural y vital muy por debajo de él. No soportaba el alcohol, ni quedar con los compañeros, ni entendía sus bromas y sentido del humor. 

Solo le conocí un amigo, pero valía por miles: el hombre pingüino. El doble de Dany de vito físicamente y fotógrafo freelance de pingüinos de profesión. Fue maravilloso conocerle, era un hombre tan excéntrico como divertido. Seguramente ahora estarán los dos en el cielo hinchándose a comer Cannolis. La única cosa que vi que Timoteo devorase con fruición, además del Banana bread ¡que mal comedor era!

Cuando más sonreía era cuando iba en trineo llevado por sus ocho perros. No les costaba mucho, comía fatal y estaba demasiado delgado. 

Tenemos juntos muchas anécdotas, como cuando me vio vestida de animadora por primera vez y le dio un ataque de risa, diciendo:" Por fin estoy entre los chicos cool". También cuando íbamos a la Iglesia baptista a comer magdalenas, o cuando anunciaron en la tele que se habían escapado unos presos de Attica y con estupefacción le vi sacar una escopeta del doble fondo de un armario. Era como ver a James Stewart en "¡Que bello es vivir!" con un colt 45.

Odiaba la ciudad de NY tanto como a mi me gustaba. Fracasó al tratar de explicarme lo horrible que era todo allí: el ruido, la gente, el ambiente. Él era feliz en el silencio del campo, con su taza de café y su periódico. No se como lo hago, pero siempre acabo rodeada de personas un tanto autistas.

Ahora tengo la misma edad que él tenía cuando le conocí. Y siento que el tiempo solo vaya en una dirección, porque ahora que le entiendo, podría decirle tantas cosas. Siento que de él aprendí mucho, y no creo que yo le enseñase nada a él. 

Hace unos años la vida iba a llevarme a la ciudad que él detestaba, y soñaba con coger un tren e ir a verlos. Se había divorciado de su esposa, a la que también quiero mucho, y pensaba invitarles a comer. Habían dejado la granja, vivían uno enfrente del otro, y paseaban juntos a los perros cada día. Así eran ellos. Aquel viaje no pudo realizarse, y ahora siento que se haya ido sin haberme podido despedir.

¡Adiós Timoteo! Eras uno de los buenos, y no se si alguna vez lo supiste, o si alguna vez fuiste realmente feliz. Espero que lo seas allá donde estés.

D.E.P.












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