viernes, 13 de diciembre de 2013

Sobre Mandela

Un día, una compañera de clase llegó muy llorosa, su abuela se había ido de casa a primera hora y no había vuelto aún. En aquella época no había teléfonos móviles así que todo se complicaba un poco. Al día siguiente seguían sin tener noticias, su familia pasó por el calvario de la denuncia en comisaria y por el miedo que a ello va asociado, mientras, mi compañera lloraba recordando a su abuela como si ya no estuviera entre los vivos. Al tercer día en un acto casi bíblico la buena señora reapareció, no en persona, sino que llamó por teléfono para confesarle a su atribulada hija que se había escapado a Madrid para ir al funeral de Lola Flores. Dijo que no se había atrevido a decirlo por si no la dejaban ir y que se había ido con dos amigas en un autobús. No entraré en la tristeza que da que a algunas personas mayores las traten como si fueran niños pequeños, despojándoles así de toda la dignidad que su edad debería conferirles, lo que si quiero es abundar en el tema funeral de Lola.
Lola Flores era un icono, su muerte, no por esperada fue menos impactante, con ella se fue una parte  de nuestros recuerdos de infancia y nada importa si su vida tuvo claro oscuros porque era un mito y los mitos no huelen. En ella pensaba yo mientras veía a través de Euronews el funeral de Mandela. Recuerdo a la gente agolpada y formando colas para darle su ultimo adiós, su música sonando el "Pena penita pena" y otras tantas coplas que ella nunca cantó bien pero que hizo grandes, porque ese era su don, el duende. Lola no era nuestra presidenta, no tenía que hacer del nuestro un pais mejor, ni asegurarnos un plato de comida y una buena sanidad, ella era solo una artista, "hay que respetar a los artistas" solía decir con esa voz cascada y esos ojos de los que saltaban chispas. Quizás por eso, porque ella solo tenia que hacernos felices, lo hizo y las calles se llenaron de gente y ni la lluvia hubiera podido detenerlos, ni a ellos ni a la abuela de mi amiga. Se habían puesto pantallas en la calle para seguir el funeral de Mandela y estaban vacías, "por la lluvia" decían los comentaristas y quizás fue por la lluvia, o quizás el mito de Mandela es mas grande que su realidad, quizás sus congéneres están tristes pero no tanto. Es lo que pasa cuando el mito sobrepasa al hombre. Tampoco los políticos estuvieron a la altura, desde un presidente Obama comportandose como un quinceañero sacándose fotos con una rubia o saludando a un opresor de las libertades, hasta un traductor al lenguaje de signos que parece que ni era traductor ni se sabia más signos que yo pasando por Rajoy comparando a Mandela con Luther King.
Mandela era un hombre que simbolizaba algo intangible pero grandioso; La esperanza. El representaba esa luz que brilla en la oscuridad y que nunca debemos perder que es la fé en el destino, en la vida o en Dios, depende de cada uno, la fé en que mañana todo puede ser mejor, que el aquí y el ahora no tienen que ser las constantes que marquen nuestra vida, porque la vida da muchas vueltas, solo hay que agarrarse bien para no caerse. Imagino que es fácil idolatrar a un hombre así para un pueblo oprimido y de alquiler en su propio país. La cárcel le hizo reflexionar y tras un pasado violento (no olvidemos que allí estuvo por algo los primeros años), fue un firme defensor de la paz y de la concordia. Hasta aquí bien, pero ello no le convirtió en un buen gestor ni siquiera en un buen político. Sudafrica no esta hoy mejor de lo que estaba hace años y quizás por eso su funeral no fue tan multitudinario como todos hubiéramos pensado.
Yo de Mandela recordaré su fortaleza mental, su fé en un mañana mejor y espero que a su país llegue un dirigente que consiga hacer de él, la maravilla que puede y se merecen que sea sus habitantes.





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