Mientras tejo una bufanda que nunca termino, ambiciono llegar a escribir algo tan sereno y armónico como le Nuvole Bianche de Ludovico Einaudi. Pocas piezas me hacen sentir así; como si por encima de mi cabeza hubiera un hermoso cielo azul repleto de nubes de algodón. Es un cielo despejado y límpido. Quisiera encontrar ese lugar dentro de mi. Esa armonía dorada para volverla palabras perfectas. Una melodía que como martillo divino repitiera mi canción haciéndola elevarse libre. Siento que puedo flotar, pero no puedo. Escuchándole me oigo reír, y recuerdo el cielo de aquel lugar donde lo hice por ultima vez.
Leonard Cohen entona su "Dance me to the end of love". Le escucho mientras sigo tejiendo mi bufanda infinita, y de pronto, llega Piazzola. Las hojas comienzan a volar a mi alrededor distrayéndome y haciendo que pierda un punto. Mi cielo se llena entonces de nubes de lluvia, que lloran mientras suena su Oblivion. Mi bufanda es suficientemente larga ya como para ponérmela, y empiezo a necesitarla: hace frío.
Piazzolla si me sale cuando escribo, pero yo sueño a Ludovico y sus cielos despejados: ¡Ay llorona! El viento mueve las flores y parece que están llorando.
Sigo tejiendo mientras me sueño cantando la Reina de la noche de Mozart. Dicen que uno quiere lo que no tiene, y yo busco mi voz ¡Ay! pero la busco entre las nubes blancas de Ludovico.
El aire puro de una tarde soleada llena mis pulmones. Recuerdo que me presente al primer concurso literario con 24 años y solo me llevó 16 creer en mi lo suficiente como para ganar uno. Las nubes me elevan y continuó mi bufanda, como Penelope.
Intuyo que de eso va la vida. De cielos azules que, a veces, se tornan grises mientras uno no deja de tejer su bufanda.
Entonces me remango el pijama, y como Ludovico, acaricio las teclas de mi teclado.Y encuentro mi voz, mientras el cielo se tiñe de un azul brillante.
Tras leerla e intuir la inteligencia, cultura y la solidez moral que respalda sus escritos, se hace difícil el no encontrarla entre los principales escritores noveles de nuestro idioma. El “tejido” de sus tramas, el desarrollo de las mismas y ese toque de sensibilidad no sensiblera que les imprime, me hace seguirla en el presente y en “Amazón”.
ResponderEliminarPobre país, aquel que niega su valía al que lo vale, ensalza a quien da lisonja inmerecida y corona a los teclados dóciles.
Reciba Ud. la admiración, de alguien que seguramente por edad bien podría ser su padre o abuelo.
Solo puedo agradecer de corazón tan bonito comentario.
EliminarEste no es mundo para los que no se dejan domar. Pero sin libertad no tiene tinta mi pluma.
Gracias de corazón.