Con la llegada de la Navidad hay dos postales que espero con más ilusión que el resto. Vienen del otro lado del charco, y todos los años me asusta pensar que no lleguen. Esas dos postales son mi único contacto con dos personas a las que quise y aun quiero: mi familia americana.
Supongo que es extraño que habiendo email, y tantas cosas hoy en día, yo nunca haya conseguido que se comuniquen más conmigo que a través de esas postales. Hay veces que imagino que me han olvidado, otras, que pienso que no tienen interés en mantener el contacto, y otras, en que les disculpo porque "ellos son así". Hubo un tiempo en que pensé que quizás no querían mantener el contacto por si un día les pedía quedarme allí más tiempo del necesario- (cosa que no hubiera osado hacer)-. Como dijo el gran Becquer: "¡No me asombró tu olvido! aunque de un día, me admiró tu cariño mucho más..." Sea como fuere yo les llevo en mi corazón, y sus dos postales, me llenan de ilusión pese a lo escuetas que suelen ser.
El año pasado cuando se cumplía mi 25 aniversario del cole, me dió pena no haber podido "acercarme" hasta allí. Me gustaría mucho verlos de nuevo, y sobre todo, que conocieran a mi familia. Ellos dos, y su bagaje, son los que me hicieron adorar América, y solo por eso, ya merecen todo mi amor.
Mi vida no ha sido fácil. No se si los demás lo hacen, pero yo casi nunca he logrado nada de lo que me he propuesto. Siempre ha habido un sinfín de obstáculos en mi camino, y algunos tan extraños y peliculeros, que a veces cuesta mucho digerirlos.
Cuando me fui a estudiar a América ya las cosas no empezaron bien. Las familias dispuestas a asumir un extranjero estaban cubiertas, y terminé en Canadá. Para mi supuso un enorme chasco, y mucho más cuando la familia que me acogió, resultó ser bastante extraña. Resumiré diciendo que al mes pedí que me cambiaran de familia porque me asustaba vivir allí. Así empezó un periplo demandable, porque la encargada de la organización - (por la que mis padres pagaron un dineral)- resultó ser una divorciada semi alcohólica, con un parálisis facial por un ictus, un coche lleno de basura y cervezas, y dos hijos siempre en pijama y con mocos. En una película la hubiera interpretado Courtney Love, no os digo más. La casa que me buscó, esta vez en USA, resultó ser otro desastre, porque les engaño para que me acogieran diciendo "que me podían devolver si no les gustaba". Tal cual, como si fuera un perro. La amable señora de la casa acabó poniéndome de patitas en la calle, con dieciséis años y sin conocer a nadie. Necesitaba la habitación, y en realidad, su marido, un hombre de origen indio que no me dirigió la palabra ni una sola vez en dos meses, no me quería allí desde el día cero. Espero que el Karma les haya dado lo que se merecen, que era mucho.
Hasta aquí no parece que nada haga que uno ame mucho los EE.UU, pero yo siempre he sido resiliente y Dios nunca me ha abandonado. Una amable señora, madre de una compañera de colegio, me acogió en su casa y me vi, como en una película, durmiendo en el sofá de un salón desconocido. Pero no se se me escapo su enorme generosidad al acogerme. No solo eso, ella fue la que me encontró a la que se convirtió en mi "otra" familia. Es largo de contar, como casi todo en mi vida hay un sinfín de casualidades, pero al final llegue a mi destino.
Ahora creo que tuve muchísima suerte. Hubiera preferido que me tocara California, o Florida, como a otros compañeros. Hubiera preferido no pasar tanto frío y tantas penurias, pero desde luego, no cambiaría la suerte que tuve con mi segunda familia, por nada del mundo. Con ellos fui muy feliz.
Supongo que ahí empecé a comprender que Dios escribe recto con renglones torcidos. Y que siempre hay que mantenerse de pie y dejar que la tormenta pase, porque sino, no serás capaz de ver el sol al día siguiente.
Mi familia representaba, sin ellos saberlo, el espíritu americano. Antepasados llegados de Europa, mezcla Alemana, Irlandesa e Italiana. Era como vivir con los descendientes de la peli "Gangs of NY". Mi "abuelo" americano era periodista. Un Irlandés de pura cepa, guapo como un actor de Hollywood y con una vida muy interesante a sus espaldas. Escribía en uno de los periódicos de la ciudad y era periodista de profesión. Escribía poemas y obras de teatro y era dueño de un fino y algo negro sentido del humor. Estuvo en la guardia nacional, durante la segunda guerra mundial trabajaba en la oficina de prensa en NY, y fue el enviado de su periódico a cubrir el fin del Vaticano II. Tenía muchas historias divertidas para contar, y era curioso ver su "visión americana" de cosas que yo sabía que no eran tan "naif". Tenía muchos premios, hasta el que concedía la Asociación de prensa de NY, y a pesar de ser mayor cuando le conocí, todavía conservaba intacta su curiosidad. Me dio dos consejos: Nunca te cases con un Italiano, y esfuérzate mucho para ser aquello que quieras ser. Los cumplí los dos a rajatabla.
América quizás lo ha olvidado, pero está construido de pedacitos de lo mejor de Europa y sudamerica - (bello que por fin este llegando el "Latin Power" y lo comprendan) - . Allí se fueron personas que querían trabajar muy duro para conseguir sus sueños, y que luego, amaban el país que se lo había concedido. Es un país que acoge una persona que no conoce de nada, y que le da la oportunidad de dormir en su sofá. No todos son así, lo sé. Me han puesto en la calle, me han tratado mal creyendo que era Mexicana, (tremendo el racismo), me han metido un gusano en el sándwich de la comida, y he vivido una fuga de una prisión cercana con horror y una escopeta al lado. Pero he ido de excursión a esquiar con una iglesia metodista - porque como yo siempre digo Dios es uno y le da igual donde yo le venere -; he aprendido un idioma; he sido cheerleader y me han aplaudido; he hecho amigos; he participado en carreras de trineo tirado por perros; he montado a caballo por un bosque nevado como una postal; he escrito a un senador criticando su política agraria, y me ha contestado; he visto como se organiza una campaña política local; me han felicitado por ser como era; pase cinco días en NY asistiendo al teatro y musicales gracias a la generosidad de mi "madre" americana; Ayude y me ayudaron. De esa América construida por luchadores, por personas que "creen que pueden" es de la que me enamore, y de la que aprendí tantas cosas. Supongo que el primer amor no se olvida, y que por ello, siempre me ha costado tanto vivir aquí. Aquí nunca pasa nada, y cuando pasa: es malo.
Hoy lo recuerdo porque ayer me llegó una postal. Hay una foto de personas felices y sonrientes, y como siempre, muchos perros alrededor. Esta vez hay más texto. Milagrosamente ¡hasta me felicitan por mi cumpleaños! Debo admitir que a mi que no me sobran, ni los amigos, ni las felicitaciones, me ha hecho tan feliz que la he colgado en mi escritorio y no dejo de emocionarme al mirarla.
Como mi vida es rara y da vueltas, se que algún día volveré a reunirme con ellos. El abuelo murió en el 99, vive su Italianisima esposa. Insoportable y "choni" como ella sola. Después de conocerla comprendí uno de sus consejos. Por la otra parte ya no vive mi tía preferida. Uno no puede no querer a alguien que te cocina tartas de ruibarbo, y que te enseña que cuando uno encuentra a su pareja ideal, da lo mismo la raza. Tampoco la abuela que me hacia conejitos de gelatina y que me enseño que los alemanes, al menos los de allí, podían gustarme un poco.
Cuando las torres cayeron lloré tanto. Sentí tanto no poder estar allí con ellos para maravillarme y rezar. Supe que aquello les iba a cambiar. Que ya no iba a ser tan sencillo que te dejaran su sofá. Lo comprobé en mi desastrosa luna de miel en Hawaii. Los americanos acogedores y abiertos, se habían asustado. Me dió pena verlo. Es como cuando un niño pequeño pierde la ingenuidad. Aquella tierra ya no iba en pijama y tenía mocos colgando. Ahora estaba asustada y ya no te señalaba la nieve diciendo: "¡Look! ¡Snow!". De repente ya no encontraban "delicioso tu acento Australiano" - (al parecer mis intentos por pulir el mio lo dejaron más Aussie que Latino) - y un marido de origen Belga y rasgos de tribu del desierto ya no compensaban un aspecto caucasiano. Recuerdo que el taxista me dijo que iba a votar a Obama: "porque iba a cambiar a toda la maldita América" - (en eso no se equivocó, le faltó añadir que para peor) - y que una pareja cutre y patética del medio oeste trató de reírse de mi y timarme en el aeropuerto de Maui. Aquellas torres cambiaron tanto todo, que solo los que conocimos lo anterior, podemos apreciarlo.
No se cuanto tardaran en curarse. Para hacerlo tienen que comprender: quienes son, y que les hizo grandes. También que hay personas a las que no puedes dejar tu sofá jamás, porque lo usaran para construir una bomba sucia en lugar de amarte siempre por ello. Supongo que América tiene que crecer y aprender a distinguir en quien puede confiar, y en quien no. Yo sigo amándola, y un año más, hay dos postales que me hacen sentirla tan cerca, que hasta noto la nieve en las piernas, que dejan al aire mi falda de cheerleader.
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