viernes, 15 de abril de 2016

Ospa 14de Abril

Ayer era el tercer concierto que celebraba los 25 años de esta magnifica orquesta, y para tal evento, en lugar de programar un concierto de los que crean adeptos y celebran la música, se programo algo parecido a un concerto grosso, o a un programa de arte y ensayo de la dos.
Ya el programa de mano nos daba pistas, porque cuando uno se paraba a leer el contenido de las obras, se encontraba con una clase de musicología. Quizás sea eso, que era un programa para personas muy entendidas, muy versadas y muy elitistas.
De la primera obra, un tristísimo y anodino estudio de Thomas Adés, me gustó el segundo movimiento. Titulado juegos de mano hacia lo propio, enfrentando a la sección de viento con las cuerdas en una suerte de ejercicio contrapuntístico muy interesante, que me gustó.
La obra "Lachymae" de Britten, hacía honor a su titulo, y escuchándola apetecía llorar de pena y aburrimiento.

La obra comienza presentando una canción de John Dowland, compositor renacentista muy melancólico, y la descompone en diez variaciones. La canción de Dowland, "If my complaints could passions move" es muy conocida en los repertorios vocales de tipo madrigal, y a pesar de ser melancólica, tiene un puntito romántico que la hace soportable. Britten, muy fan de Dowland, ya que basó en él otra de sus composiciones, un solo de guitarra inequívocamente llamado, "Nocturno para John Dowland", decide eliminar toda alegría de la, ya de por si, triste composición. Resultado: una obra tensa, ansiosa, en la que se siente la ausencia de algo. Probablemente era lo que el autor quería conseguir. Plasmar en un sonido y una atmosfera pesados, esa ausencia del amor, ese sangrante lamento del que nos habla Dowland en la canción. Si es así lo logró, pero si no fuera porque Beethoven me esperaba a la vuelta del descanso, me hubiera ido a mi casa a llorar.
Mención aparte la viola solista María Moros. Integrante de la Ospa, demostró ayer una gran técnica y ofreció una magnifica interpretación de esta obra. Técnicamente sus pizzicatos, y demás golpes de arco fueron perfectos.
 Es una pena que una cámara no ofrezca en una pantalla un primer plano de los dedos de los músicos. Triste perderse la técnica que hay detrás. Como se coge el arco, el punto de equilibrio en las cuerdas, como se suelta y se coge para que el sonido "se suelte" o se quede agarrado en un chirrido desafinado.
El bis muy bonito, sobre todo porque al estar en casa, nos ofreció junto a cuatro compañeros una bonita interpretación de quinteto de cuerdas. Solo objetar, que hubiera podido escoger algo más alegre en vista del perfil lóbrego de la noche.
Cuando ya todos creíamos que el director no había venido, cuando hasta el palco escénico parecía plagado de sillas tristes y vacías, llegó él: Beethoven. En cuanto se escuchó el primer acorde, en cuanto Lorenzo Viotti hizo el primer ademán enérgico (¡aleluya!), se oyó un: "Oh" de "esto si" entre el publico.
La sinfonía nº 8 en fa mayor, tampoco me gusta. No, no es que esté de mal humor, es que tiene siete antes que son magistrales, y da penita, que hayan escogido esta que ni siquiera suena a él. Es demasiado alegre, demasiado breve, demasiado poco intensa. ¿Es genial? por supuesto: Es Beethoven. Pero si la pregunta fuera, ¿es grandiosa? la respuesta sería: no.
La escribió en el peor momento de su vida, cuando más triste estaba, y curiosamente, la privó de su espíritu. Al robarle el tormento, la tristeza y la ira, le arrebató su esencia, y la convirtió en algo que no es él. El autor hablaba de ella con orgullo, quizás porque es muy diferente al resto de su obra, por esa alegría casi despreocupada que trasmite, tan poco propia del autor. Lo cierto es, que a él quizás le costó mucho escribir algo tan opuesto a su ser y sus sentimientos, pero por ello mismo, no resulta tan hermosa como otras.
La escribió pocos años antes de su muerte, y quizás porque el mundo musical cambiaba, quiso hacer un guiño a los nuevos gustos, y demostrar que era el "boss". Y lo hizo, porque con Mozart es el más grande, pero compuso algo que no tiene su ADN. Es como un cuadro de Van Gogh realista.
En unos 25 minutos nos lleva por un recorrido casi cómico, donde juega con las medidas y los cánones establecidos en un ejercicio de dominio de la técnica compositiva. Solo hay que ver el tempo de los cuatro movimientos, donde no hay un lento, y solo hay movimientos "scherzzosos". Todo muy "playfull" que dirían los Ingleses.
La orquesta magnifica y la dirección apropiada. El publico agradeció haber escuchado música de la que nutre con varios bravos, y numerosos aplausos.
Personalmente llegué al concierto triste, cansada y harta de lluvia, y salí como había entrado. Ayer no se produjo el milagro.
 
 
 
 
 







 

No hay comentarios:

Publicar un comentario