La Navidad es un tiempo extraño. Es como si te obligaran a hacer un paréntesis obligatorio en tu vida, y convertirte en algo que no eres. Para mi, la Navidad, practicamente se termina el día 25. Detesto la Nochevieja, de hecho, no acabo de entender bien que recontra celebramos, y ya no voy a entrar en lo muchísimo que aborrezco todo este show de comidas, cenas y demás. Huyo de casi todo, y como los últimos años, por motivos varios, vivo fuera del mapa social, la verdad es que celebro lo menos posible y muy escogido. Uno mira alrededor, y solo ve caras tristes y estresadas, no se si en países ricos sera otra cosa, pero desde luego España, esta para poquisimas alegrías, eso si, la gente se empeña en disimularlo y sigue comprando y gastando como si no hubiera un mañana... pero lo hay.
Desde el punto de vista del consumismo la Navidad me irrita, pero como Cristiana me indigna todavía mas. Hace poco alguien me comentó que había puesto el Belén en casa, "para que su hijo viera de todo", estuve en un tris de preguntar si no se le había ocurrido probar a celebrar el Hannukah, que es tan bonito e introspectivo.
Al final todo se cifra en gastar y comer, ¿pero que celebramos exactamente?
Que nadie se equivoque, siempre he sido una fan de la Navidad; las luces, los villancicos, las comidas familiares... pero ultimamente, parece que hemos perdido el sentido de la tradición. Estamos inmersos en un black friday continuo, y claro, eso creo muchas amarguras, porque pocos pueden permitirse ese nivel de gasto, es mas, aunque uno se lo pudiera permitir, no debiera, al fin y al cabo, ¿que reporta esa escalada continua de acaparacion sin limite?
Yo no suelo hacer balance tal día como hoy, sino para mi cumpleaños, pero si que me pienso inflar con buenos deseos. Uno de ellos sería, que el año que viene, nadie tenga que picar a mi puerta, ni a la de nadie, pidiendo comida.
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