viernes, 14 de septiembre de 2018

El dinero, el lobo y otros.

  No me cae bien Leonardo Di Caprio. Es un "statement" curioso, habida cuenta de que en realidad no le conozco ni es algo que vaya a suceder, pero no por ello menos real. Le considero un gran actor, uno de los mejores. Pero cada vez que le veo paseando con: cara de triste, vestido como un turista Alemán y al lado de una nueva chica de ese catalogo interminable que posee, me ataca la ira. No puedo evitar acordarme de la Parábola de los Talentos, y me irrita su cara de seta perpetua. Y ya cuando se mete con lo de la ecología me sube la bilis, ¡que se le va a hacer! 
El otro día decidí ver una película suya "El lobo de Wall Street". En su día no quise ir al cine porque leí que era una de sus mejores actuaciones, y tras eso y saber de lo que iba, supuse que seguramente habría bordado su papel y opté por no sufrir. Pero esta semana me ha dado por el masoquismo y decidí darle al play. 

  Me ha dado mucho que pensar. Aun no tengo claro si bueno o malo. Ni siquiera se si la película pretende que me muera del asco, o que piense ¿para que cumplo las reglas si todo da igual?, o si quieren que nos volvamos todos anticapitalistas y nos pongamos a cultivar un huerto. 

  La violencia verbal y moral es tan enorme, que hubo momentos en que tuve que pasar las escenas. Nunca he comprendido muy bien la cultura del dinero por el dinero. Si comprendo el dinero, soy economista y capitalista, pero eso de ganar dinero a toda costa, y a costa de lo que sea no tiene sentido para mi. Sobre todo cuando es un dinero que: no proporciona trabajos, no crea valor añadido, no revierte en nada social o moral, y tampoco te hace feliz. En esta película estafan a la gente, que por cierto, me cuesta creer que los millonarios sean tan imbéciles como los pintan, y si lo son ¿como es que no me he convertido en millonaria si era tan sencillo serlo? En fin, consideraciones personales aparte, a mi me maravilla que un tipo engañe a todo el mundo y trabaje al borde del estrés máximo, drogándose y bebiendo, solo para comprarse coches y casas ¿Para que las quiere? Lo más frustrante es que al final de la película sale el tipo de verdad, al que interpreta Leonardo, y lo ves tan happy. Leo que se dedica a dar charlas y coaching y realmente pienso que él tiene razón: "la gente es imbécil y quieren que les engañes". Yo jamás iría a escuchar a semejante tipejo. A mi me da un bolígrafo y me dice: "Véndeme este boli" y me cuesta no clavárselo por miserable.

  ¿por que? 

  Me detengo a pensarlo y me digo que es porque el no cumplió ninguna de las reglas que me han dicho que debían regir mi vida, y sin embargo, ahí esta él con su sonrisa blanca de vendedor de coches usados para decirme: "Igual la equivocada eres tu". No lo creo, pero si me ha hecho pensar que hay mucha gente desubicada y con falta de guía moral. Eso me lleva a pensar que quizás por ello la gente ha hecho famosas a las Kardashian. Unas mujeres dismorficas, extrañas y con vidas disfuncionales, que sin embargo, viven a costa de que otros las adoren. Son como esos dioses del American Gods de Gaiman. Me doy cuenta que él ha sido más rápido que yo en percibirlo, que los nuevos dioses han llegado y están desplazando a los antiguos. Más rápido, y bastante más listo, que su libro es un bestseller. 

   Nuevos dioses nuevas reglas. En cualquier familia normal: un padre transexual, dos hijas con problemas de ansiedad, un hijo con depresión y dos más divorciadas y sin rumbo claro, sería considerado un indicador de que algo no va bien. En cambio en esta les da todo igual mientras tarife. Claro que el que les dio el famoso apellido, era el abogado defensor de un sociopata. Como al tipo de la peli de Di caprio, nada de eso parece afectar a sus ingresos económicos, o a su publico. Abro los ojos como platos contemplando a la que tiene ansiedad, que va a un psicólogo y no deja de mirar el móvil, al depresivo que no sale en cuatro años de casa y al que todos dicen querer un montón, pero del que nadie se ocupa  realmente. Del  ex marido judío que está mas perdido en la vida que un pollo sin cabeza, y que tienen de mascota ni lo menciono. Todo esto lo se porque me he visto una temporada de su serie, por motivos puramente antropológicos, y vivo desconcertada. No por ellas, sino porque alguien pueda admirar a una colección de personas tan: vulgar, desnortada, inculta, patana y mal educada. Me da igual si tienen todas unas mansiones impresionantes, o si viajan sin  parar, son como un cuadro de una orgía de gordas culonas del medievo. Su paseo por Cuba hablando de la miseria como si fuera una maravilla, es vomitivo. Eso si, luego son super, super demócratas.

   En fin, que al parecer hay valores que están demode y según veo la cosa empezó para algunos en los ochenta y yo no me había enterado porque estaba ocupada creciendo. Cuando con dieciséis años me senté al lado del toro de Wall Street y percibí toda la energía que se movía por allí, y soñé con vivir en aquella ciudad, creo que estaba viendo un espejismo. O quizás me maravilló la cantidad de gente que caminaba y comía ensaladas sentada en peldaños aquí y allá, y pensé que eran personas felices, porque parecían guapas y realizadas, y supuse que formarían familias y tendrían un perro, y se irían de vacaciones con el dinero que ganaban. Ahora siento que no. Que subían las escaleras después de tirar el resto de su ensalada, y se dedicaban a estafar a alguien ,y a ser unos completos miserables, solo para ganar comisiones de muchos ceros. Con ese dinero se dedicaron a operarse la cara, a drogarse, a engañar a sus parejas y familias, y solo para comprar y acumular más. 

    Creo que Leonardo me enfada porque no se ha casado y formado una familia, y porque no le veo feliz pese a sus muchos talentos y la suerte que la vida le ha regalado. Algunos no saben que difícil es que la suerte te sonría. 

   Menos mal que nunca he dudado de la existencia de Dios, porque serían muchas crisis existenciales al mismo tiempo. One at a time.



















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