viernes, 9 de junio de 2017

Ospa 8 de junio.

   Y llegó... Como todos los años la temporada de conciertos se termina y a uno le quedan una sensación de velocidad y tiempo no contabilizado que asustan
 
    No ha sido mi mejor año de Ospa, lo confieso. Tuve algún problema logístico al principio de temporada y acabé ubicada en otro lugar. Para alguien de costumbres y que tenía la suerte de tener unos compañeros de asiento estupendos, eso significó una pequeña debacle. Luego los programas. Ya he confesado aquí que  los Brahms, Schumann y Schubert solo me gustan tocados por pequeñas orquestas y que oírlos por una sinfónica me suena a música de ascensor. Lo sé, son preferencias personales muy particulares, pero este año hemos tenido mucho de eso, mucho Strauss, (padre, hijo y espíritu santo), y mucho invento moderno a modo de canapé. Sobre Strauss una excepción: Su excepcional "Así habló Zarathusta".

     Ha sido un año de contrastes porque el ultimo trimestre ha estado lleno de otros autores que me encantan como: Debussy, Prokofiev, Beethoven, Mozart o Shostakovich.
Admito que probablemente mi estado de animo también haya influido mucho en mi poca paciencia musical. Ha sido un año duro a nivel personal y eso te vuelve mas repunante. Todo ello no es óbice, para que haya vibrado con la música y con la Ospa, y por ello, doy gracias como siempre a los profesionales que la integran.
      El concierto de ayer me encantó, y eso que sabéis que no soy yo de violín. En realidad no me gustan demasiado los sonidos agudos salvo cuando son geniales: Paganini, Jane Zhang...
Sea como fuere ayer fue un concierto extraordinario porque aunque el violín no es lo mío, adoro a Paganini ¡Así soy yo! Solo poder ver tocar al prodigioso Ning Feng merecía la pena, pero el programa tuvo más: la bella obertura Zais de Rameau; o el concierto nº4 de Vieuxtemps mucho mas chulo que el cinco que quizás sea más conocido. De este ultimo solo la belleza de su segundo movimiento ya vale por cinco conciertos de Strauss. También muy oportuna como despedida de toda la orquesta al completo la elección de la "Fiesta Romana" de Respighi. Me hizo recordar una mañana soleada y un helado en la Piazza Navona cuando vivía otra vida y era otra persona.

    Hace un tiempo pedía yo aquí que la Ospa nos deleitara con algo de Paganini y casualidad o no, lo han hecho. Ayer arroparon con enorme precisión y belleza a un siempre perfecto Ning Feng, pero que ayer demostró ser un Dios del violín. Me retrotrajo a un concierto de los Dire Straits en el que  Mark Knopfler en estado de gracia hizo un solo de quince minutos sobre el Brothers in arms. Aquel día Mark fue la música y ayer lo fue Feng. Su dominio de la técnica, su sensibilidad y su sencillez hicieron que la música brotara de su Stradivarius sin apenas hacerse notar. De él destaco su sencillez. No necesita ir descalzo; ni hacer aspavientos de divo; tampoco tocarse el pelo cien veces; o secarse con ostentación el sudor como si los demás no tocaran y sudaran igualmente. En él solo brillan dos cosas: su descomunal talento y sus zapatos.
 
     De Paganini poco puedo decir que no se sepa ya. El Da vinci del violin, un genio que cambio el modo de tocar y revoluciono la técnica y el sonido ya que inspiro a muchos después de él. ¿Hubiera Rachmaninov sido tan genial si no hubiera existido antes Paganini?  Su leyenda negra decía que era hijo del demonio, o que su madre había hecho un trato con él a cambio de que su hijo fuera el más grande. La realidad la explican más de diez horas de practica diaria, la genialidad, y una predisposición natural. Tenía unas articulaciones hiperlaxas, lo cual hacia que pudiera estirar los dedos hacia atrás. Yo no soy mucho de maquinas del tiempo, pero siempre pensé que me hubiera gustado verle tocar a él y conocer a Mozart.

     Con esto termino. De nuevo dar las gracias a la orquesta por este año de música y desear que el próximo nos traiga mucha más. Que descubramos nuevos continentes y redescubramos nuevos sonidos. Fantástico sería poder escuchar la Sinfonietta de Janacek, maravilla donde las haya, o la fuerza expresiva de Wagner, quizás los Arabescos de Debussy o la magia helicoidal del Bolero de Ravel...

     ¿Quién sabe lo que nos deparará el futuro?...














     
 
     
 

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