lunes, 19 de diciembre de 2016

Ospa 15 Diciembre 2016

F. Schubert es a la música lo que Vincent Van Gogh a la pintura. Su obra no solo no tuvo éxito en vida del autor, sino que , la mayoría de su producción artística no llegó a estrenarse . Al final, víctima de una salud frágil, producto imagino de la tristeza, su vida se termino a la temprana edad de 31 años.
Reconozco que no se encuentra entre mis autores preferidos, eso si, hay obras suyas que me gustan y siempre reconociendo su genialidad.
Afrontaba yo por todo lo anterior y otras cosas varias, este concierto con sentimientos encontrados. Debo reconocer que lo disfruté enormemente.

La primera obra "Die Verschworenen oder der häusliche krieg D.787: obertura" me gustó mucho pero, como siempre me ocurre con Schubert, me quedé un poco indiferente. Hay algo en su obra que no acaba de conectar conmigo. Quizás por ello soy incapaz de escribir nada más al respecto.
Muy diferentes son los sentimientos que me inspira la siguiente pieza: El concierto para clarinete en la mayor K.622 de Mozart. Por todos es de sobra conocido que se trata de mi autor preferido, y también que después del violonchelo mi instrumento favorito es el clarinete, así que la combinación no podía dar lugar, nada más que al gozo.
La interpretación de Andreas Weisberger muy correcta, y la orquesta magnifica.
Es esta una obra en la que Mozart, en su mejor momento compositivo, dota al clarinete de tanta vida y tanta sonoridad que parece en si mismo una orquesta.
Como Mozart era perfecto, escoge también la tonalidad idónea, La mayor, que dota a la obra de la personalidad justa.
Imposible escuchar este concierto ahora sin pensar en África, y sin rememorar ese viaje en avión con Meryl Streep. El cine es magia y se queda pegado en la retina de nuestra alma.
La propina obra del autor Rodolfo Medaglia  "Requinta Maluca", nos traslado a los años 20, aunque a mi, concretamente me situó en el malecón de Cuba rodeada de luz, color y caderas moviéndose enfundadas en vestidos de colores brillantes. Nunca he estado allí y no creo que vaya a estarlo (por falta de ganas), pero esa es la magia de la música.
Después del descanso la Sinfonía nº 9 de Schubert en do mayor "La grande" apodada así para diferenciarla de la otra que tiene en la misma tonalidad, la numero 6.
He de confesar que como era después del descanso estuve en un tris de irme a mi casa. Había tenido un día cansado y como ya he dicho, Schubert no me emociona demasiado. Ahora los puristas que van de guay, se echaran las manos a la cabeza, pero la música es para vivirla, no para hablar de ella como si fuera un tratado matemático (aunque lo sea). Solo puedo decir que me alegro de haberme quedado.
La obra es densa. Para mi, más un tratado sinfónico que una pieza musical. Es la obra de un genio que se adelanta a su tiempo, y quizás por eso aunque bella, no se va a convertir en mi banda sonora vital. Sin embargo creo que es indispensable escucharla para todo aquel que diga amar la música, porque representa una lección sinfónica para cuerdas orquestales.
Admirable la interpretación de la orquesta de esta dificilísima y larga pieza y la dirección de un estupendo Benjamin Bayl, que no dejó que nos aletargáramos por su longitud. Eso sí, dio para mucha apertura de caramelo y mucha tos...
Termino conminando a aquellos que podáis asistir a que no os perdáis el Mesías de este viernes 23 en Oviedo, ¡promete ser magnifico!
 





 

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