sábado, 13 de agosto de 2016

El cariño verdadero y los versos sueltos

Mientras el escritor José Luis olaizola se preguntaba tras leer la exhortación pastoral del Papa Francisco, "Amoris Laetitia", si el quería a su familia como se recomendaba en el texto, o por el contrario era un patriarca poco cariñoso, yo me he pasado la semana reflexionando sobre la importancia de las voces discordantes, de los versos sueltos.
¡Dios me libre de acusar al citado papa de verso suelto! mas bien es un acorde melódico. Sin embargo, como persona relevante en su profesión hace reflexionar al resto de la humanidad con cada una de sus palabras. Esta claro que unos reflexionan con las suyas, y otros con las de Belén Esteban, porque cada uno tiene su target, pero unos y otros influyen. ¿Pero que intereses hay detrás?
Como en casi todo lo demás, el dinero manda, y hoy en día los influencers son cada vez menos versos sueltos, y más, asalariados de grandes empresas y grandes corporaciones. Pero afortunadamente todavía quedan algunos.

El verso suelto es siempre un señor incomodo. Suele ser un hombre, más que nada porque el mundo es muy machista aunque mienta y diga que no, y las mujeres solo influyen cuando hablan de lactancia materna, (y encabritan a todos), o cuando piden igualdad salarial. Además las mujeres que consiguen colarse en las altas esferas de pensamiento, acaban siendo rechazadas por sus colegas masculinos por motivos varios, siempre relacionados con su condición femenina. ¿Otro motivo para tanto machismo? El pensamiento filosófico esta muy ligado a la iglesia y en ella no hay mujeres que piensen, solo que sirvan y limpien. Jesús imagino que tuvo bastante con lo suyo como para ponerse a hacer también la revolución de los sexos y rodearse de apostolas.
En fin, que por culpa de todo ello, al final los grandes pensadores que cambiaron el mundo, salvo honrosas excepciones, las sufragistas y cuatro más, son hombres.
Acaba de dejarnos uno de mis versos sueltos preferidos: Gustavo Bueno. Un ateo católico, platónico y escolástico hijo adoptivo de Oviedo, que detestaba la televisión pero era uno de los mejores tertulianos con los que se podía contar. Hombre inteligente, reflexivo, polémico y culto al que le encantaba disentir, disertar y que creo que se murió sin conseguir que nadie le llevara la contraria "bien". En el fondo de su ser, todo gran verso suelto aspira a no tener razón y que alguien se lo demuestre.
Su perdida es enorme, porque quedan pocas personas genuinas. Personas que dueñas de una vasta cultura y propietarias de un alto intelecto, piensen con libertad lo que quieran sin plegarse a nada ni nadie. Son ese tipo de personas las que hacen avanzar el mundo, las que hacen que los demás se planteen cuestiones. Solo quien te hace salir de tu zona de confort te hace avanzar. Los palmeros solo te hacen bailar sobre tu ladrillito pequeño.
A veces las personas relevantes hacen reflexionar a otros, como la citada exhortación ha traído de cabeza a Olaizola. Pero pocas personas poseen la cualidad de retar tu intelecto, de tener un pensamiento heurístico, de proponer una respuesta nueva para una pregunta vieja.
Supongo que para el común de los mortales los versos sueltos son incomodos. "Siempre molestando", "tu, con tus cosas de siempre", "ya estás con lo tuyo"... pero son ellas las que hacen avanzar al mundo, porque solo el que vuela muy alto puede hacerse una idea de lo que ocurre.
Siempre lo tuvieron claro los marinos, y de ahí la figura del vigía. Lo tenían claro los griegos, y de ahí los oráculos. Pero en nuestra sociedad no gusta tanto aquel que tiene un pensamiento diferente, uno que no puede ser etiquetado, ni domeñado, ni comprado, ni variado, ni plegado, ni domado. Es lo maravilloso de la vida, que donde menos te lo esperas, surge un chispazo de brillantez que lo cambia todo. El cambio siempre es destrucción, pero quien no cambia no avanza, y el que no avanza se muere.
El otro día escuchaba a una deportista Española que acababa de perder su oportunidad de medalla, en el primer combate. El periodista imbuido de este buenismo oficial que nos invade le soltó: "es en las derrotas donde se forjan los campeones" y ella le contestó con voz de asco profundo: "Es mentira". Lo dejó seco. Pero ese es otro ejemplo más del mundo mongólico en que vivimos. Alguien nos convenció un día de que teníamos que conformarnos con todo, de que perder era estupendo, y ahora lo repetimos como autómatas. ¡Pues es mentira! Lo divertido es que a todos les pareció que ese momento "verso libre" de la chica, no era positivo. "Pobre, estaba triste por perder". ¡Pues no! tenía razón. La razón no estaba tanto en lo que decía, sino en que tenía derecho a pensar lo que le diera la gana, y a expresarlo, porque era ella la que llevaba quince años madrugando y sudando para nada.
Me adhiero a su pensamiento, perder no sirve para nada.
Termino con un cariñoso recuerdo para Lolo Rico, la creadora de la "bola de cristal" un programa que nos enseñaba a los niños la cosa más peligrosa del mundo: pensar con libertad.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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