Salamanca siempre me ha gustado mucho. Por un lado, como Asturiana, disfruto su clima (en verano). Me gusta el calor seco tan típico de Castilla, y reconozco que hasta pasar calor me viene bien, me da la sensacion de que quito el moho y mis huesos evaporan la humedad.
La pasada semana estuvimos allí unos días, tuvimos suerte y casi en Julio, la temperatura era agradabilisima. La ciudad como siempre en eclosión; turistas de todas partes, estudiantes, despedidas de soltero/a. Por cierto, un día tengo que escribir un post acerca de la estupefacción que me producen estos ritos, me llevan al éxtasis estas ceremonias del absurdo y del ridículo. Pero volviendo a Salamanca, la ciudad preciosa, con sus edificios llenos de historia y de historias, su color ámbar, sus calles de piedra, el cielo tan azul y el sol tan castellano.
Con Salamanca me pasa como con Roma, siento no tener dinero para poder visitar sus tiendas de antiguedades, pero me contento con sus escaparates. Esta vez me enamoré de un mueble para documentos y mapas que era una belleza. Disfrutamos sentados en alguna de sus muchas terrazas, tomando sus pinchos variadisimos y viendo pasar gente. Esta vez tenía el aliciente de visitarla por primera vez con mi hija, así que las cosas cambiaron un poco, y además de mirar edificios (ya sabéis que me encanta mirarlos), recorrí sus parques y columpios. ¡Que merito los niños que juegan horas a más de treinta grados!. Otro de sus alicientes son sus exquisitos helados, y por supuesto, para los más carnívoros el jamón y casi cualquier cosa que provenga del cerdo.
A pesar de todo encontré a la ciudad cambiada, por un lado se nota que la crisis la ha golpeado duramente como a todas, muchas tiendas cerradas y menos elegancia en sus escaparates, sustituida por mucha franquicia de ropa asequible. Siempre que veo algo así pienso en el gobierno, y me da la risa pensando en cuando dicen lo bien que nos va ,y lo contentos que estamos todos.
Lo peor del viaje fue el disgusto que me llevé en la Catedral y otros recintos sagrados. Algunos siempre haciendo negocio... ¡Han puesto precio a la entrada en la catedral!, nada menos que cinco euros por persona. Tristemente no pude visitarla, no estoy en situación de gastarme casi catorce euros para poder entrar con mi familia. Me da igual que me digan que hay que mantener los lugares sagrados, es una falacia, hay otros medios para mantenerlos que no son el atraco a mano armada, y esto lo es.
Francamente me entristeció no poder sentarme en un banco a rezar un poco, menos mal que pude hacerlo en la Iglesia de San Antonio. Impedir a un fiel que se embargue con la emoción que una gran catedral trasmite por no pagar cinco euros, es un pecado. De hecho, estoy segura de que si Jesucristo volviera, entraría con el látigo en el templo y tiraria abajo los cordones y las maquinas de tickets. En un país en crisis, donde las familias miramos el euro como si fuera el ultimo, (porque por desgracia para muchos lo es), la codicia de algunos es vergonzosa.
¡Luego que no se quejen cuando el común del vulgo opina lo que opina del clero y su falsa pobreza!.
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