sábado, 10 de agosto de 2019

El debate estéril

    Cada vez que hay un tiroteo en EE.UU la historia se repite. Los titulares hablan de la sinrazón, las manifestaciones en contra de las armas se producen, los telediarios se llenan de expertos en psicología y violencia, y por supuesto, se culpa al presidente si es Republicano ¡Dios nos libre de que un demócrata tenga culpa de nada! 

   Cuanto más mayor me hago, que por cierto cada día es más, me vuelvo menos tolerante al tufo de manipulación. De hecho, ahora ya no soporto ni que mi peluquera me insinué que pruebe un nuevo producto para las cejas, comentando "sutilmente" su falta de grosor tan aparentemente demodé.

    El debate sobre el control de armas, no tiene nada que ver con la violencia, y aunque a algunos les moleste, tampoco con la guerra. Sin embargo, interesadamente salen los tres a relucir en cuanto hay un tiroteo. 

    Las armas están amparadas por la segunda enmienda, pero no como "derecho a matar", sino como "derecho a la defensa de la propiedad privada" ¡Con la palabra privado hemos topado! Si las armas estuvieran amparadas por: "el derecho a que todos fuésemos iguales", "el derecho a que todos fuésemos guapos", "o ricos", seguro que no habría tanta demagogia. Pero las armas defienden el derecho a "tener", el derecho a proteger lo que es tuyo frente al que lo quiere robar. Entiendo que tras esa enmienda vienen muchas cosas, pero cada pueblo decide como vivir su libertad. Curiosamente a nadie parece preocuparle la legalización de la marihuana. Deberían estudiar sus efectos sobre el cerebro humano, y la realidad a la que las drogas conducen, pero debe ser que los yonkis no son tan espectaculares. 

    Antes de seguir diré que yo estoy en contra de las armas. Ni me gustan ni las quiero cerca. Se que tenerlas solo incrementa la posibilidad de que se vuelvan contra ti, pero eso no invalida mi argumento: la violencia no es correlativa con las armas. Al fin y al cabo, un arma según el diccionario, es: "un medio que utiliza una persona para un fin". 

   Caín mató a Abel con una piedra. Lo sé, si hubiera tenido una automática, no hubiera quedado nadie en la Biblia para contarlo, pero el hecho permanece: era un asesino porque le quitó la vida a otro,lo demás serían agravantes en la condena.

    Una de las mayores matanzas de nuestro siglo se produjo en suelo estadounidense, y no se necesitó un arma convencional, porque cuando se quiere hacer daño, cualquier cosa hace el truco.

    Decía arriba que se habla de sinrazón. Los periódicos suelen decir: "desolados ante la sinrazón"; desolados si, pero razones hay si las buscas. Tras esos arduos debates que condenan a los ricos que viven a costa de las armas, - y que jamás condenan a los que viven a costa de la explotación de niños o mujeres en fabricas, o a los que amparan el narcotrafico y sus efectos corrosivos en el tejido social,  - nunca se ofrece conclusión alguna. Se limitan a decir muchas veces "ricos", "armas", "guerra". Curiosamente al final, nadie se acuerda del asesino que lo originó todo. Ese ser oscuro al que nadie miró nunca, y que un día decidió ser visto y escuchado. Tristemente, tampoco tras su hazaña permanece mucho en candelero, porque al final, la culpa de todo siempre la tiene el presidente; en este caso Trump. Catorce presidentes demócratas ha tenido el país, y ninguno tuvo arrestos para prohibir las armas. De hecho creo recordar que al demócrata teniente Kennedy, no le concedieron el corazón purpura por ir regalando flores.

    En mi colegio había dos chicos. Estoy segura de que si alguien los rastreara por mi, habría acertado sobre su paradero exacto. No es tan difícil darse cuenta si uno se toma la molestia de mirar alrededor. De hecho, quizás eso deberían hacer muchos. Esos sesudos psicólogos de las tertulias, quizás deberían impartir cursos en los colegios. Yo tengo una reflexión para ellos; si uno de tus progenitores es un borracho, y el otro un desastre, eres feo, pobre, lleno de granos y vives en un parque de caravanas, ¿vas a convertirte en un modelo social? Probablemente no. 

    La adolescencia es un periodo difícil. Hay muchos estudios sobre lo frágiles que nuestros cerebros se vuelven por las hormonas y la falta de raciocinio. Pura química y poco que hacer al respecto. Si no hay unos buenos modelos adultos para seguir, si no hay un orden, un control y una red de apoyo, ¿que se puede esperar? 

    Unos consiguen que les miren y les hagan caso con un arma; otros forman una "manada" y agreden sexualmente; otros se unen a quien no deben. Desgraciadamente, culpar a las armas es simplificar el problema, utilizar políticamente una realidad compleja, y venderle la moto a los que están deseosos de comprarla. 

    Ojala tras los últimos desgraciados acontecimientos, los orientadores de las escuelas se pongan las pilas y trabajen de verdad para dar objetivos y modelos a quienes los necesitan. Es duro que nadie te vea. Es duro ir cada día al instituto sabiendo que todo puede seguir sin ti, que no existes para nadie. 

   Los adolescentes, y los jóvenes, son frágiles. Ocupémonos de ellos, de darles valores y modelos a seguir. Si no lo hacemos, todo lo demás es fútil palabrería.

    








No hay comentarios:

Publicar un comentario