Toda la vida me han encantado los insectos y los anfibios. Entomología y herpetología, dos profesiones que seguramente los millonarios gurus del cambio climático ni conocen. La cosa es que ayer, viendo una serie documental que me encanta sobre el Zoo del Bronx, me dio por pensar sobre el largo plazo.
El zoo del Bronx es una interesante institución que, a modo de arca de Noe, cuida y preserva especies animales. No solo los exhibe, obvio, sino que los estudia y trata de mejorar sus vidas. Lo más interesante son los planes a largo plazo que desarrollan. Quizás el más llamativo sea el de los patrones visuales de los pájaros, encaminado a que dejen de morir estrellándose contra las ventanas de los rascacielos, aunque particularmente, mi preferido sea el del sapo aerosol.
El diminuto aerosol es oriundo y exclusivo de Tanzania, aunque ahora tiene unos primos del Bronx. Casi al mismo tiempo que se descubrió su existencia, se supo que estaba en peligro de extinción debido a que viven bajo las cascadas, y a los humanos les da por construir por todas partes. Digo yo, que ahí harían falta algunos de los del cambio climático. En el año 2000 un equipo del zoo del Bronx se desplazó a Tanzania y recogieron unos especímenes. En el año 2019 liberaron de nuevo en su hábitat un enorme numero de ellos; fuertes, sanos y mascando chicle.