lunes, 9 de octubre de 2017

Crítica sobre Blade Runner 2048: la replicante del original.

   Cuando se anunció que iba a haber una secuela de Blade Runner, me juré que no iría al cine. La primera parte es una de mis películas preferidas, (a nivel emotivo la más). La que me hizo soñar con la ciencia ficción y temer el futuro a partes iguales. Blade Runner me hizo entenderme mejor, porque a veces, me siento más un Nexus que otra cosa y me hizo plantearme muchos conceptos éticos  y religiosos.

     Para los ojos del que sabe mirar, la primera parte está llena de: poesía, mística, filosofía, arte, amor y dolor. Está compuesta por pinceladas de vida, y contiene una de las escenas más icónicas del cine, y probablemente unas de las mejores lineas de dialogo para alguien religioso, o humanista: la muerte del Nexus 6 interpretado por Rutger Hauer. Un replicante que, tras tratar de comprender el sentido de la existencia, acepta finalmente la gran y única verdad que representa la muerte, y que con ella, todas sus vivencias desaparecerán: "como lagrimas en la lluvia". Le deben mucho esas lineas al propio actor, - que como yo era amante de la poesía de Rimbaud, y por ende, de su "Barco ebrio" -, y con su improvisación pasó a formar parte del imaginario cinefilo de muchos y de la historia del cine.

    Blade runner, basada en un relato corto de Philip K. Dick, nos planteaba una cuestión: ¿Que constituye la humanidad? ¿cuando se es humano? ¿Que nos convierte en humanos? El escritor murió antes de su estreno en el 82, pero pudo ver un pase previo, y en una emotiva carta anuncio: no solo que sería un éxito; sino su impacto en el imaginario colectivo. Como en muchas otras cosas, fue un visionario.

      Plantearse el concepto de "humano" parece tan absurdo ahora, como saber que hay lugares donde analizan la droga que la gente toma "para comprobar que contiene lo que dice contener". Pero lo cierto es que hay realidades que nos cogen por sorpresa, y la bioética está más cerca de lo que algunos piensan. 

    Para mi esos replicantes de Blade Runner buscando a su creador, eran una metáfora de las personas cuando le pedimos explicaciones a Dios. Al final todos albergamos una única pregunta en nuestra relación con Él: ¿por que tenemos fecha de caducidad?

     La música de Vangelis; fría y sofisticada como esa lluvia ácida que no deja de caer; unida a las imágenes de esa urbe donde siempre era de noche en todos los sentidos, y donde oriente parecía haberlo tomado todo por asalto - (tan difícil de creer en 1982 y tan aterradoramente real ahora) - forman un pack impactante que a muchos nos inflamó la retina. 

      La vi por primera vez con doce años, y ya entonces, me interesó más la estética y la problemática replicante que la historia de amor de Harrison Ford, o su interpretación - tan mala entonces como ahora-.

     La segunda parte de un clásico ¡NUNCA! debería rodarse. Es como tener otro hijo porque estas muy contento con el que tienes y quieres volver a vivir los mismos instantes. No se puede, y no se debe. Las cosas son especiales porque ocurren una vez. Hacer una segunda parte de este mito, es lo más parecido a implantar recuerdos en los androides. Es querer replicar algo que ya ocurrió, y por tanto, que debe dejarse ir. No se puede detener el tiempo...

     ¿y por que sabiendo todo lo que antecede decidí ir al cine? Solo Dios lo sabe, y no debería enfadarme porque sabe lo que hace - esto es fruto de otra película que he visto el finde, hebrea en este caso -. 

      Lo cierto es que fui, y me quedé muerta. He leído a varios críticos que los fans no deberían temer esta nueva película. Pues yo os digo que: ¡deberíais temerla porque es un bodrio! Puedo argumentarlo, incluso mucho, pero nada cambiará que es una bazofia infecta.

       Desarrollo mi impresión.

       La película esta hecha con miles de millones de dolares: y se nota. Es grandiosa, trata de recrear el original pero es una replicante de este: no tiene alma. Hay momentos fugaces en que parece encontrarla, hay destellos de actuación en Ryan Gosling, o micro instantes de poesía, pero el resto es puro y vacuo refrito new age. En las casi tres horas de tortura a las que te someten, llegas a pensar muchas cosas, pero ninguna filosófica o profunda, y casi todas en mi caso, relacionadas con la familia del director.

        Me pasé media película deseando que terminase ya de una vez, y preguntándome ¿cuando iba a aparecer Harrison Ford? para cuando lo hace, desear que lo aniquilen por haber firmado para aparecer en ese horror. Ni la fugaz aparición de Elvis Presley me consoló de tanto sin sentido.

     ¿Que es ser humano? La primera película conseguía que me planteara que podía haber otras respuestas más elaboradas y profundas, y esta no. Aquí me queda claro que la secuencia A, T, C, G - adenina, timina, citosina, guanina - es la única y que el código binario, 1,0, es maravilloso pero hasta ahí. 

    ¿Si dos maquinas pudieran engendrar algo, ese algo sería humano? Por definición parcial - que viene de algo - igual si, pero por definición total - que procede de la tierra - no ¿Es interesante la pregunta? Podría serlo, pero no planteada así. No tan zafia, tan superficial, tan frívola, tan diarreica mental, y tan holográfica

    ¿Sera este un debate al que nuestros descendientes se tengan que enfrentar en el futuro? Quizás si. Como nos hemos tenido que enfrentar nosotros al concepto "matrimonio homosexual". El mundo cambia, y las definiciones dejan de ser validas, ¿o no? Ahí está el debate. O tal vez, deberíamos aprender de la ciencia ficción y preservar nuestra humanidad y nuestros valores para no tener que hacérnoslas.

       Para concluir solo puedo dar un aviso a navegantes: ¡No vayáis! ¡Monstruos marinos!
















        
         

       















  


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