sábado, 25 de marzo de 2017

El valor de la vida

Casi no me lo creo, pero me ha devuelto las palabras Leonardo Di Caprio. Bueno, él no, más bien una película suya "Diamantes de sangre". Creo que no está de más decir que yo a este gran actor no lo soporto. Su demagogia en cada una de sus manifestaciones publicas, y su más que notable falta de coherencia entre lo que dice y lo que hace, lo convierten en mi cabeza en el perfecto heredero de la "diarrea mental" de la Señora o Señorita Fonda. Pero esta película me toca, me toca tanto que me olvido de que no lo aguanto y siempre que la veo pienso: "Es el mejor actor de su generación" y luego "¿por esta no le dieron el Óscar?". Hoy mientras la volvía a ver (en VO para no perderme su perfecto acento sudafricano), me hizo recordar porque soy como soy y en lo que creo: que no es poco.
En esta peli hay un personaje, Solomon Vandy, (inconmensurable Djimon Hounsou, otro Oscar que no llega), que en un momento dado le pregunta a Leo: si esta casado; si tiene hijos; si tiene dinero. El otro responde: que no está casado ni cree estarlo en un futuro; que tampoco tiene ni planea tener hijos y que dinero si tiene algo. Solomon se queda perplejo al saber que tiene dinero y esta dispuesto a matar por un poco más, sobre todo, porque no piensa hacer nada practico con él. Para aquel hombre el dinero servía para tener una familia y poder cuidarla, para estar a salvo: ni más, ni menos.
 
 Me declaro muy Solomon Vandy. A pesar de que siempre he soñado con calzarme algún día unos Loubotin - cada día menos porque el Yoga me ha ensanchado los pies y ahora son "hermosas raíces de loto"-  o con tener un rolex, creo que a estas alturas ya los he soñado mucho y los he gastado.
Me doy cuenta que aspiro a vivir y disfrutar de mi familia lo máximo posible, a tratar de construir algo que merezca la pena, a no irme sin haber hecho algo de provecho. Miro la cara de acelga de todas las famosas que llevan zapatos caros y relojes, y la sonrisa de muchos que no tienen nada y aspiro a que el mundo sea algo más equilibrado. Lo se, sueno como Di caprio y sus discursitos, pero yo lo pienso de verdad, y quien lo tiene que saber: lo sabe.
 
Hace un rato una joven borracha discutía a voces con el novio bajo mi casa. No solo era el tono, sino las frases violentas y asqueantes. Me revuelve las tripas a lo que está llegando todo. Parece que vivo en el Bronx. Si tuvieran algún problema más, o les costara ganar lo que gastan no andarían por ahí buscando problemas que no tienen.
Ya nos lo contaba Fincher en el "Club de la lucha" que ahora resulta cada vez más premonitoria:
 
“Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropa. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la Historia. Desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una Gran Guerra ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual. Nuestra Gran Depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos. Y poco a poco lo entendemos. Lo que hace que estemos muy cabreados.”
Los valores, la moralidad que representa el personaje de Solomon están perdiéndose tan rápido, que a veces uno se plantea ¿por que? ¿De verdad esta la gente contenta con esta vida absurda que viven y preconizan?
Las dos pelis tienen algo en común. Ambas plantean lo poco que vale la vida para algunos. Unos por dinero y otros por aburrimiento; unos por ambición; otros por falta de ella.
 
Ahora hay padres que se levantan una mañana y salen a matar a otros padres y madres en nombre de algo. ¡Tantos huérfanos! ¿Por que? ¿De verdad el dinero o la religión justifican quitar una vida?
Siempre he tenido miedo a morir. Desde que vi Bambi y  supe que podía ocurrir me angustia. Tuve un amigo que murió con quince años en un accidente de moto. Es el día de hoy que le recuerdo cada día. Sigo sin comprender su muerte, y como no la entiendo no me la quito de la cabeza. Por eso cuando alguien le quita la vida a otro como si fuera gratis me aterra. Porque detrás de cada muerte hay una tragedia. Un montón de preguntas sin respuesta, de silencios, de fotos que no envejecen, de dolor.
 
"¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures en dispensar la muerte" No lo dijo Gandhi, ni Jesucristo, ni siquiera Buda. Lo puso Tolkien en boca de su mejor personaje: Gandalf, el mago. Ese personaje que veía como la oscuridad se extendía y le aterraba contemplarlo. Eran los ojos de Tolkien los que contemplaban el horror del nazismo, los que veían como una idea lo amparaba todo. Da lo mismo como se exprese esa idea, nada justifica arrebatar una vida, porque la vida es todo lo que tenemos. Pero para vivirla como se debe, no como nos dicen en la tele.
Me produce tristeza pensar que hay personas que no lo comprenden, me pregunto ¿Qué pasado han tenido? ¿Qué padres? y luego pienso en Solomon Vandy y deduzco que no todos tienen la suerte de nacer con una buena brújula moral dentro.
 
Este post no tiene conclusión, es solo la reflexión de una amante del cine noctambula, y aunque le deba al pedante Di caprio que me haya devuelto las ganas de escupir algo sobre el papel, sigo sin tragarlo.





















 

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