lunes, 12 de septiembre de 2016

Sobre el sentido de la vida...

Si, supongo que muchos pensareis que por edad y condición lo del sentido de la vida se me queda grande, pero así soy yo de sencilla.
No he estudiado filosofía, tampoco ninguna disciplina formal que sustente mis razonamientos, pero me acojo a lo que decía Platón sobre que cualquiera podía filosofar con solo hacerse preguntas. No soy experta en nada más que en corregir rumbo cuando veo que derivo, aunque lo más gordo, es que creo que aun no he encontrado la canal.
Estos dos últimos años de mi vida han sido extraños. Una mezcla de expectativas no realizadas y micromovimientos que aparentemente no conducían a ninguna parte. Lo curioso es que si  lo pienso, he aprendido más en ellos que en muchos de los anteriores.
Dicen que los cerebros infantiles adoran las formas redondeadas. El mío no ha debido evolucionar porque no hay nada que me guste más que una esfera, y como el mundo armoniza, todo se confabula para esferificarse a mi alrededor. No importa el punto donde comience, acabo resbalando y volviendo al origen, pero como el río: ni es el mismo punto, ni yo soy la misma aunque lo parezca.
Me ha costado tanto darme cuenta de eso, y de tantas cosas más que a veces me entristece pensar en el tiempo perdido, pero pienso que las cosas llegan cuando tienen que llegar, y no es consuelo menor sino cegadora lucidez .
¿Cuál es el sentido de la vida? Vivirla.
Alguien a quien creí un amigo y que me dio una puñalada como la del Nazgul a Frodo en la "Cima de los vientos", de esas que no se curan y te enferman sino estás atento, también solía decir algo sensato: "Cuando la Parca venga a buscarte no podrás decirle: ¡Espera un momento que todavía no viví!" Solía reírme con la idea, pero creo que nunca había entendido el verdadero significado de la misma.
A veces uno cree que vivir es triunfar; o gastar; o comprarse una casa; o tener una gran familia. Pero yo he descubierto que no se trata de eso. En esencia vivir es permitir que te sucedan cosas. Darte permiso a ti mismo para tal vez equivocarte, ser indulgente y saber que no vas a ser perfecto, pero ¿y si no te equivocas?
 Si no sales de casa es más probable que no te caiga un ladrillo en la cabeza, pero entonces tampoco te sucederá nada: ni bueno ni malo.
Hay ocasiones en que uno cree que basta con esperar y aguantar a la capa, y es verdad, pero también hay que saber subir trapo de nuevo cuando rola el viento, de lo contrario, corremos el riesgo de aletargarnos sobre cubierta meciéndonos suave y mansamente aguardando por la ráfaga perfecta.
Para alguien tan preventivo, racional e hipocondriaco como yo correr riesgos no tiene el mismo significado que para un alpinista, por ejemplo, pero puedo aprender a vivir de otro modo.
Puedo cerrar los ojos y respirar, puedo bailar como si nadie me estuviese mirando, puedo escribir aunque nadie me lea, puedo arriesgarme a que me hieran de nuevo, puedo...
De las cinco facultades que Maimonides le atribuía al alma en su "Libro de perplejos" me doy cuenta que yo no he mantenido el equilibrio. Al final todo se trata de eso, de equilibrio. Hay mucho movimiento en el equilibrio, hay que balancearse mucho pero hay que buscarlo. Es curioso que una amante de la química y la física haya compartimentalizado tanto que haya olvidado aplicar a su propia vida los principios de Le Chatelier o Gibbs entre otros.
He priorizado la razón, la imaginación y la voluntad por encima de la fuerza vital y los sentidos y ese desequilibrio me ha llevado a vivir con miedo y con frío en ocasiones.
Correr desgasta las articulaciones, pero entre correr dos días y hacer un maratón hay un punto medio que puede hacerte muy feliz, porque algo tendremos que gastar, de todas maneras se deteriora ello solo.
En unos meses, Dios mediante, cumpliré la edad con la que se fue uno de mis ídolos Elvis Presley. Eso me ha dado mucho que pensar. Mas que nada porque se ha mantenido durante semanas en mi cabeza cantándome el "Suspicious mind" con su jumpsuit de color blanco y sus manitas gordezuelas. ¡Si señores! "Elvis is in the building"
El suyo era un desequilibrio del alma que priorizaba otras facultades. Siento que el no se diera cuenta a tiempo de que lo suyo no era vivir, sino engullir, yo sin embargo voy a intentar salir de mi "anorexia vital" y comer más vida.
Por lo pronto ya he recortado, como todos los años, la ropa de las revistas que me gustaría tener y no voy a comprar, pero este año voy a disfrutar manteniendo esa ilusión. Voy a perseverar con mi estudio del Hebreo con el que llevo varios años con escasos frutos y poca constancia. De hecho casi "hablo" más Klingon .Voy a conseguir hacer la primera serie de Asthanga porque me hace feliz. Voy a seguir escribiendo a pesar de los sinsabores y voy a tratar de no hacer como Atlas y no cargar con el mundo sobre mis trapecios. Mas que nada porque los necesito muy libres para soportar mi propio peso.
Me he dado cuenta que no es egoísta querer vivir, porque solo siendo feliz puedo uno hacer felices a los otros. Lo egoísta es tratar de traspasar tus problemas a los demás, tus cargas, tus frustraciones. Al final todo es una ruta de montaña, solo podrás cargar con la mochila de otro si tu estás muy fuerte y realmente no te pesa llevarla.
Quizás la mayoría de las personas tampoco sepan si van a rumbo o no, quizás solo se trata de eso, de corregir, aplicar demora y navegar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

3 comentarios:

  1. Profunda reflexión, más propia de una humanista, que de una economista. La economía con personas pensantes como Ud. dejaría de ser una pseudo-ciencia totalmente inexacta, para adquirir categoría y altura de ciencia de verdad. Contemplaría la variables, que asiduamente ignora. Las humanas.

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  2. Gracias por su comentario. Creo que tanto humanismo va a ser lo que explica mi escaso éxito en la carrera laboral escogida.
    Coincido plenamente en que la economía no deja de ser más que una carrera de humanidades con matemáticas. Lo malo es que los economistas tienen complejo de "ingenieros" y refutan esa realidad que se refleja en unos planes de estudio y unas salidas laborales poco acordes a lo estudiado.
    Hasta que los empresarios comprendan que una empresa es un conjunto de voluntades y almas y no de números no lograran maximizarla.
    En fin, lo dejo ahí porque podría escribir otro post y no va ser el caso.
    Gracias de nuevo por leerme y tomarse el tiempo de escribirme.

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  3. Sí el artículo fue bueno, el comentario no le fue a la zaga, pero la respuesta entronca en los más elementales principios del trabajo como elemento dignificador del trabajador y del empleador.
    Continúe en esa esta línea y le seguiremos leyendo.

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