miércoles, 25 de noviembre de 2015

Dar o no dar tu poder

Siempre que nado me da por reflexionar. Es un proceso curioso que también me ocurre cuando salgo a correr, me ensimismo y en lugar de ir hacia afuera, me enroco en profundos debates conmigo misma. Algunos de ellos tienen solución, otros no, y la mayoría de las veces, acabo escribiéndolos aquí.
Nadar tiene algo de embrionario, de vuelta al origen, en mi caso esa sensación se acrecienta porque cuando llego, suelo saludar al señor que vigila la piscina, y que fue quien me enseño a nadar.
Varys uno de los personajes más carismáticos de George R.R. Martin, y al que por cierto, saca poco a pasear en mi opinión, dijo un día una frase genial: “El poder reside, donde los hombres creen que reside”. Pensaba yo en ello hoy entre brazada y brazada, en la importancia que le concedemos a los demás, en el valor que en ocasiones otorgamos a personas o instituciones, que a veces no son más que meros depositarios de eso: valor concedido y no real.
Cuando iba al colegio en América, el poder siempre estaba presente. "Tenemos el poder", "abraza tu poder"... Desconozco si esa preocupación por el Power les viene por ser una sociedad más avanzada, más desconectada y deshumanizada, o porque la evolución del individuo en sociedad aboca a según que reflexiones. En su momento no entendía a que venía tanta preocupación por el tema, quizás no fui lo suficientemente inteligente como para captar la esencia del asunto, se trataba de construir personalidad, afirmación en uno mismo. Individualismo en definitiva.
Divas como J. Lo o Beyonce, siempre están hablando del suyo. Hablan de no darlo, no dejarlo ir. Francamente siempre me ha resultado difícil tomármelas en serio, más que nada, porque suelen decirlo mientras se contonean medio desnudas, pero esta mañana, mi cabeza ha hecho un remix de todo ello, y hemos llegado a este post.
Recientemente me ha ocurrido algo desagradable con alguien al que apreciaba, y mi tristeza, ha sido directamente proporcional a mi cariño. Pero mi aceptación de lo ocurrido me llevo a reflexionar sobre algo simple. Esa persona no tiene más poder sobre mi, que el yo le otorgue. Simple y compuesto al mismo tiempo.                                                
El sábado una niña tiró a mi hija de un tobogán muy alto. Gracias a Dios, tiene un ángel de la guarda muy eficiente, y no le ocurrió nada pero pudo ocurrir. Después de muchos lloros, y de un enorme disgusto, pasados cuatro días su pregunta fue: "¿fue culpa mía que la niña me tirase?, ¿hice algo mal? En su reacción vi la misma que yo había tenido días atrás, convertirme en victima de un verdugo, en lugar de pensar: "que sinvergüenza esa persona que me ha hecho esto? ¿Cómo se atreve?   
Es difícil vivir en una isla sin dejar que nada ni nadie te afecte, sin permitir que las opiniones o valoraciones de los otros pinchen tu burbuja, pero al mismo tiempo, ¿habrá un modo de encontrar el equilibrio?, ¿podemos dar valor a lo que los demás dicen, sin que ello nos desequilibre?
Una vez en un trabajo una persona “bien intencionada” me hizo un comentario: “Tengo que contarte lo mal que habla de ti el jefe x”. Recuerdo que le conteste: “no te molestes, no me interesa su opinión, porque la mía sobre él, es mucho peor”. En el trabajo lo tuve claro, supe que me importaba un rábano lo que aquel vago caradura pensara de mí, porque no estaba en mi mundo, pero a nivel personal no resulta tan sencillo.
Una supermodelo de esas que diseminan filosofía barata al mismo tiempo que hablan de batidos orgánicos y cambio climático, dijo que la receta de su éxito era "sonreír y no tomarse nunca nada como personal". Conclusión, ser una autentica zorra que dirían los Americanos, ¿por que acaso no es esa la definición de frialdad extrema? Su comentario me produjo perplejidad, pero luego me invitó a la reflexión. ¿Se puede ser humano y robótico al mismo tiempo? Es la eterna diatriba del Señor Spok. La racionalidad frente a la emotividad. ¿Podemos llegar a valorar lo que los otros dicen en la justa medida? ¿una medida que implique no hacernos daño, ni cuestionarnos a nosotros mismos, ni por tanto, otorgar nuestro poder?
Todas estas preguntas sin respuesta concreta me asaltan porque trato de educar a una hija, y vistos los resultados de mis acciones, a veces me planteo si no debería cambiar algunas cosas. No es que piense educarla para que sea un pseudo producto sexualizado que canturrea acerca de la emancipación mientras pide un anillo de boda, pero quizás, me gustaría enseñarle a que valore mucho más lo que opina de sí misma, que lo que opinan los demás. Quizás así no buscando la autoafirmación en los otros, se vuelva poderosa, y ya si quiere después, que contonee el culo.

4 comentarios:

  1. Muy, pero que muy reflexivo, el mover o contonear el culo no está reñido con el pensar, lo que frecuentemente sucede, es que pensar y mover el culo a la vez, para algunas personas es un esfuerzo difícil de sincronizar.
    Véase a la cajera de supermercado llegada a Reina de Corazones.
    Le hace ruido la cabeza cuando piensa, si además tiene que mover el culo. Malo, malo, malo.

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    1. Lo malo es pensar en que mundo llegan aquellos sin nada en la cabeza a Reyes de algo... Aunque ahora que lo pienso, ya ocurría en Alicia en el País de las maravillas.

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  2. En ese su educar a su nina, a la vista de como Ud. piensa, seguramente lo realizará bien, sin que la nina llegue a ser una pinche sangrona, como su Sr. Padre se las compuso para que Ud. no lo fuese. Teniendo todas las esquelas para serlo.
    Siempre es grato leer a una gachupina, que piensa y se expresa con total mesura. Cuídese, cuide a la chamaquita y al Abuelo, no más.

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    1. Gracias eso espero, aunque los tiempos en los que crecerá mi niña no son los míos, y por desgracia, hay muchas cosas que han cambiado para peor.

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