Cuando yo era pequeña, había muchas cosas que me asustaban. Para exorcizar mi miedo, yo llevaba siempre en el bolsillo el numero de teléfono de un abogado. Es algo tan peculiar como la niña que fui, pero que tiene una explicacion simple. Para mi, este hombre, fue siempre el tío que no tuve la suerte de tener, y para mi padre, un gran amigo.
Hay una película que me encanta, y que recomiendo al que no la haya visto, se llama "La vida de los otros". Es una de esas pelis que te deja pegado a la butaca; cierta, honda y profunda. La recomiendo especialmente, para aquellos que quieran saber lo que el comu/filo marxismo/socialismo, le hace a un país.
No quiero destripar la historia, solo diré, que yo también quiero hacer hoy, en menor medida, un homenaje a un hombre bueno.
Tenía mi tío un despacho en una casa vieja, una de esas casas con escaleras bonitas y portales grandes. Era un despacho de abogados de los de antes; con molduras blancas, madera y muebles buenos. Como no podía evitarlo, siempre tenía alrededor una recua de mujeres incompetentes: desde la secretaria, a la limpiadora, pasando por la pasante. La una solo sabía pintarse las uñas, la otra no limpiaba y la pasante, en fin, pasaron muchas y casi ninguna sabía donde tenía la mano derecha.
El tenía la paciencia infinita del que desciende de Cubano, y sabe que mundo no se va a mover por correr más, y era guapo de película, como un galán antiguo, y como tal, era bueno y decente.
Fue un magnifico abogado, uno, que defendió y ganó casos en el supremo siendo abogado de provincias, que se decía antes, y ahora que no queda nada de España, no se como se dirá. Pero sobre todo, era un buen hombre.
Recuerdo mi infancia escondida en un falso armario que daba a su despacho, escuchando los dimes y diretes de una sociedad pacata y provinciana. Jugando con su perro de nombre infiel y color negro. Riéndome en la cocina con la señora que limpiaba: una mujer estupenda, de pocas luces y muchas quejas, que era incapaz de recordar o anotar bien un nombre.
Era tan educado y tan tieso, que era incapaz de insultar, y lo más que salía de su boca, cuando la indignación le desbordaba era un "majadero/a".
En fin, que si pienso en mi infancia, no puedo hacerlo sin que él aparezca de uno u otro modo.
De él aprendí varias cosas; la paciencia, la mesura y que hay que casarse bien para no tener una vejez como la suya. Porque como todo galán de película buena, él tuvo una mujer muy mala. Una de esas que te destrozan la vida y expolian tu credito; el vital y el social.
Esta semana le despedimos, por desgracia, sus últimos años fueron de deterioro y ausencia, de olvido y humillación en ocasiones.
Siempre lo recordaré rezando a Dios para vivir un poquito más; primero para ver crecer a su hija menor, luego para verla comulgar, estudiar, casarse. Ahora ya pedía ver casarse a su nieta mayor.
Dios le escuchó y vivió para ver, pero ya decían los Griegos, que cuando los Dioses querían castigar a los hombres, cumplían sus deseos.Tristemente, a él, le sobraron diez años de vida.
Este es mi humilde homenaje a un gran hombre, uno bueno y decente, uno que crió a sus hijos, les dio una educacion y una vida, que ayudó a todos los que pudo, y a alguno más, que siempre cobró poco y trabajó mucho.
Es mi sonata para un buen hombre, descanse en paz.
Gracias hija. Descansa en paz, tío Willie.
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