Este fin de semana celebre por fin mi primera comunión. La hicimos muy pequeña, solo la familia y mis dos amigos curas que la celebraron. Estuvo preciosa. Aunque crecí el traje todavía me servía, era el de mi madre, y estaba muy guapa. Al principio, de los nervios que tenía, estaba un poco antipática y con frío. Tenía miedo de no hacer las cosas bien, o de que Dios se enfadase si me equivocaba. Me ha dicho mama que Dios no se enfada por eso, y que además, no podemos pretender que entienda de ese modo nuestras cosas. Al parecer creer que se va a enfadar conmigo por mis cosas humanas es ponerme a su altura divina, y no va por ahí la cosa. Digo yo ¿Qué por donde va la cosa entonces? Esto de la religión me lo complican según crezco, aunque ahora Jesús viaja conmigo, y entre los dos lo averiguaremos.
Aunque llovió durante la ceremonia luego dejó de llover y salió el sol. Comimos en casa de uno de mis amigos curas, que nos invitó. Como tiene terraza y jardín me lo pasé bomba corriendo toda la tarde. Eso si, nos fuimos muy pronto en mi opinión. Dice papá que soy incansable y que las siete era ya una hora más que prudente, pero no lo veo yo muy claro. Es verdad que todos parecían ya muy cansados, pero los mayores en seguida se cansan, es pena.
Hoy empiezo el cole. Una porquería. Nos cambiaron a todos de clase y me separaron de todos mis amigos. De la profesora ni hablo: un desastre. Entre eso, la mascarilla y el Covid estoy hasta el moño. La verdad que a ratos, pierdo la paciencia con todo este tema.
Os dejo porque tengo que hacer cosas importantes como jugar y ser feliz un rato.
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