domingo, 13 de septiembre de 2015

Vuelvo al cole (Audrey)

¡El jueves empecé al cole! Estaba muy nerviosa, tenía miedo de que mis compañeros no se acordaran de mi, y tenía miedo de ver a mi profe. Al final todo fue estupendo. mi profe me dio dos besos, y me dijo que había crecido mucho, mi profesor favorito de inglés. me abrazó, y estuve jugando con mis amigos al fútbol. Lo que no hice fue aprender nada de nada, no hicimos nada útil, se lo dije a mamá por si era importante.
En octubre van a apuntarme a fútbol. Me hace muchísima ilusión y lo pedí yo, al parecer juego bien, y me encanta, pero no hay niñas que lo hagan. ¡Voy a ser la única del equipo! a mama no le hace mucha gracia, pero me dijo que respeta mis gustos. Lo del respeto, debe ser, que va a hacer lo que le pido y apuntarme... hasta que me compre los playeros de jugar no voy a cantar victoria...
Este finde lo pasamos en Rodiles con los abuelos. ¡Que felicidad! Cacé caracoles, (luego los suelto), intenté cazar, sin éxito, una lagartija, jugué, trepé, hice plastilina, jugué en la playa, busque conchas marinas.... Por cierto, ¿no os parece increíble que el mar regale cosas tan bonitas?
Ahora ando intrigada con las maquinas del tiempo. Dice mama que no existen, pero Bob esponja tiene una, así que debe estar equivocada. En cuanto tenga una, me voy al pasado para ver a los dinosaurios.
Os dejo, que estoy agotada, y mañana tengo cole!

Vuelta a la rutina

Llega septiembre y con él, la rutina. Todo vuelve a una aparente normalidad: los niños al cole, los padres a su organización, la naturaleza a cambiar sus colores...
Este sábado, yo volví a correr. No se si aquejada por una lesión física, o del alma, no conseguía ponerme los malditos playeros. Sabéis que me encanta correr, pero me cuesta mucho hacerlo, y no siempre consigo obligarme, además, os confieso que soy tan lenta, que a veces me da vergüenza.
La cosa es, que en uno de mis lugares favoritos, Rodiles, salí a correr, y fui feliz. Saqué de dentro algunos fantasmas; disfrute con el olor del mar; con el ruido que hace la madera del paseo costero bajo mis pies mientras lo golpeo; con los magníficos colores de la ría, y con el vuelo de las aves que hacen de ella su hogar. En fin, que exorcicé un poco mis miedos, y un mucho mis dolores, y con ese gesto, aparentemente simple de calzarme los playeros, una vez más, me subí al ring.